lunes, 16 de enero de 2012

12-1-2012 BALMASEDA (8º ANIVERSARIO)

OCTAVO ANIVERSARIO


Doy por supuesto que los nuevos cronistas se van a escaquear, así que me pongo a la tarea de contar lo sucedido.
En primera instancia decir, aunque creo que ya lo he dicho en otras ocasiones, que resulta increíble que veinte personas sigan unidas y sin fisuras tras ocho años de relación y convivencia semanal.
Dicho esto paso a relatar lo acontecido en nuestra celebración de aniversario de lo que se inicio hace ocho años cuando seis personas subimos al Malmasin con ganas de repetir la aventura todas las semanas.
Esta vez nos ha tocado ir a Balmaseda y para ello desde los diferentes puntos de origen y sin madrugar salimos hacia nuestro destino en un día con cielo azul, sol de invierno y frío de la misma estación.
El camino nos recibe con niebla densa y vegetación helada por la escarcha de la noche pero de vez en cuando nos da el sol en la cara y eso anima.
Con puntualidad británica los diferentes grupos nos encontramos en el lugar acordado y después de los saludos de rigor, algunos no se ven/no nos vemos desde hace meses, empezamos a recorrer el camino que nos llevará hasta la fabrica de boinas “La Encartada”, hoy museo de lo que fue hasta el año 1992.
Llegamos, como buenos jubilados, con bastantes minutos de antelación, pero como somos los únicos no nos hacen esperar y sin demora comenzamos la visita.
La guía que nos toca es una joven amable y con tablas suficientes para torear a tanto desocupado-indisciplinado. Hace frío en las naves de altos techos y por eso hay que seguir abrigado. Ver tanta maquinaria y tanto “utensilio” industrial a mí me trae otros recuerdos que además se asocian con las explicaciones que la guía nos da sobre como vivían los obreros y obreras, más estas últimas, en aquellos años.
Por un lado el “olor” a industria a herramientas y engranajes, al trabajo duro y a destajo y por otro el falso paternalismo de los dueños y la sumisión obligada de los trabajadores, trabajando y viviendo prácticamente en el mismo lugar. Aquello no era en realidad más que autenticas fábricas de mano de obra “asegurada” generación tras generación y además barata.
Sigo con lo de cronicar y dejo los recuerdos y las ideas, que me conozco.
Acabamos la visita y toca desandar lo andado volviendo al centro de Balmaseda. Es un día más en el pueblo y por ello las calles no tienen mucha vidilla. Buscamos algún bar donde tomar un vino y vive dios que lo conseguimos.
Cuando llega la hora pactada nos dirigimos al restaurante, previamente seleccionado y reservado por un miembro del grupo, y nos sentamos en mesa larga y bien acondicionada en su aspecto “formal”.
Comemos bien y sin dejar nada en los platos, ya que se trata de no hacerle un feo ni al “socio reservador” ni al “atendedor-mesero”.
A los postres pasa lo de todos los años: surgen los planes (de largo recorrido) a realizar, se sube el tono de voz y lo que ha comenzado más o menos de forma moderada termina con futuras visitas a Nueva Zelanda. La mera descripción evita los comentarios.
Salimos del local cuando la luz se desvanece pero como estamos de fiesta buscamos un lugar donde poder tomar el último trago.
Nos sentimos esplendidos ya que el día nos sale de “gañote” gracias al buen hacer del socio fundador que se encarga todos los años de tentar a la suerte en la lotería navideña.   
Lo encontramos sin muchas dificultades y ya dentro y protegidos del frío pasamos un buen rato disfrutando de la compañía y del barullo que nosotros solitos originamos.
Llega la hora de despedirse y a ello nos ponemos. Últimos saludos, últimas recomendaciones, nuevos y futuros encuentros “colectivos” y cada grupito según origen a su medio de transporte.
Con todo resuelto y decidido cada mochuelo se va a su olivo y ya en el hogar protector descansará y contará seguramente lo sucedido y lo conmemorado.

Y sin más que me traiga el recuerdo escribo esta crónica desde la zona más rica de “costa rica” el día doce de Enero del año bisiesto de 2012    
   
              

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