miércoles, 30 de septiembre de 2009

Martes 29, Ugao-Miravalles-Artanda-Arrigorriaga


MIRABALLES – MONTE ARTANDA – ARRIGORRIAGA


Superada la dura prueba, de los más intrépidos, por tierras asturianas empezamos hoy las excursiones normales y semanales del nuevo curso. Y recalco lo de normales, para que no se nos olvide en el futuro
El guía alfa, muy considerado, nos prepara una cosa sencilla para que no nos atragantemos: no necesitamos madrugar, no usamos los coches, el desnivel a superar es poco más de cuatrocientos metros y la duración de la marcha no llega a cuatro horas. ¡Guay!
Llegamos a Miraballes hacia las diez y cuarto y tomamos un café atendidos por un mesero realmente cachondo y bromista.
Comenzamos a andar pasando el puente que cruza el río Nervión cogiendo una carretera, a la izquierda, asfaltada y con cierta pendiente.
Terminado el asfalto nos adentramos por caminos en medio de un bosque de pinos pasando por diferentes barrios y grupos de caseríos, haciendo una breve parada en la ermita de San Blas. Un día más hacer mención a lo cuidado de la mayoría de los caseríos que nos encontramos por el camino.
Con algunas dudas, como siempre, pero sin grandes problemas gracias a los “orientadores” llegamos al claro final próximo a la cima del Artanda. Txampa final de dura pendiente y con la boca abierta por el esfuerzo llegamos a nuestro destino.
En su geodésico, situado a 554 metros reponemos fuerzas y tras un breve descanso iniciamos el descenso. El de hoy es también sencillo y por el camino visitamos la ermita de San Segismundo.
Sin agobios pero bastante acalorados y sudados llegamos a Arrigorriaga y sin demora buscamos un lugar apartado para cambiarnos de indumentaria: nuestros cuerpos no están ya para exhibiciones.
Limpitos y aseados visitamos el batzoki, nos tomamos un refrigerio y sin más nos vamos al restaurante Poli ya conocido de una visita anterior.
La comida sin nada destacable y la tertulia como siempre larga y entretenida. Nos quedamos los últimos y toca abandonar el local.
Con un sol de justicia vamos a la estación del tren y cuando llega los cogemos para volver a Bilbao y algunos seguir en el metro hasta nuestra casita.

Y sin más escribo esta crónica en Las Arenas a 29 de Septiembre de 2009

jueves, 17 de septiembre de 2009

Martes 15 de Setiembre Gobela-Gorliz

Son las 10,45. Estación del metro en Gobela.
Temperatura agradable, predicción meteorológica preocupante, en plan de gota fría y tal, situación atmosférica a esa hora: normal.
Nos juntamos nada menos que ocho jubiltaldeos con ánimos irredentos de llegar hasta Górliz.

Como no hay bares a la vista, no se siente tanto la necesidad así que empezamos a andar sin más preámbulos que los salutatorios después de un verano sin vernos.
El paseo, pues hoy está calificado como tal, transcurre por zonas de Getxo que atraviesa el río Gobela, entre la avenida de los Chopos y la autovía.
Rodeamos el humedal de Bolue, con una población considerable de patos, seguimos por la parte trasera de Fadura y en la cervecera de Sta. Ana giramos a la izquierda para adentrarnos en el casco de Berango.
Nos sorprende una nueva urbanización de diferentes chalets individuales, algunos todavía sin acabar, de tal categoría que bautizamos a la zona como “costa aún más rica”.

A todo esto, siempre conducidos por un guía titulado, dialogante y buen conocedor de la zona.
Por cerca del Eroski de Berango tomamos la ruta peatonal, con bidegorri incorporado, que transcurre paralelo a los nuevos viales y que nos lleva hasta la playa de Sopelana.

Viendo el mar nos entra un pequeño canguelo pensando que la gota fría se había adelantado pero se nos pasa rápido porque después de hacer los convenientes análisis de velocidad y dirección llegamos a la conclusión de que la lluvia se desviaba a la izquierda mientras que hacia la derecha todavía se vislumbraban algunos claros.
Este dribling nos anima a tomar el cafelito, e incluso la manzana, en el jardín de un hotelito cerca de Sopelmar. Hay que reconocer que los 15 minutos que le hemos dedicado han merecido la pena por lo bien que se estaba.
Bordeando el acantilado nos dirigimos hacia Barrica pasando por Meñakoz, pequeña cala de piedras pero muy visitada por la juventud. Ahora el sol casca de veras sobre todo en las zonas donde estamos protegidos de la brisa que casi siempre suela coincidir, no sé por qué, con tramos de subida.

Así llegamos hasta las primeras casas de Barrica donde se encuentra el famoso bar “El Golfo”
Y hete aquí que un espontáneo, sin homologar, se nos hace con el mando. Guía, que sin escuchar las voces sensatas ni mirar la masa negra, pero que muy negra, de nubarrones que se acercaban galopando por el horizonte, nos hace dar un rodeo por toda la costa, incluida la punta llamada de Txitxarropunte para que pudiésemos disfrutar desde allí una vista de la bahía de Górliz que verdaderamente es una maravilla, eso nadie lo pone en duda, pero no con lo que se nos venía encima.

“Vamos rápido que nos llueve” “Vamos que nos va a llover” pero ni caso. Ciego y sordo en cantidades industriales.
Todavía nos da tiempo para pasar cerca de la playa nudista, con algún objeto rotundo que algunos tienen ánimos de atisbar y después del asilo cogemos la carretera cuando el viento se deja notar y empiezan a caer algunas gotas en plan de aviso.
Y claro, nos coge en la pasarela que transcurre paralela a la ría hasta la estación. Son 300 m. sin defensas ni protección alguna ni, posibilidades de encontrarlas. Precisamente tiene que ser aquí cuando nos cae la tromba de agua acompañada de fuerte viento que hace inútiles los paraguas y los chubasqueros. De media cintura para abajo todos hundidos.
Protegidos en la estación del metro esperamos a que pase lo peor, sólo ha durado diez minutos, para cruzar el puente y dirigirnos al Batela donde con un vinito-caña o txakolí nos adecentamos como podemos.
Dos jubiltaldeos se nos unen en este punto y ante la imagen que dábamos no pueden más que esbozar una sonrisa sardónica. Otro vinito para hacer tiempo y a las dos y media sentados en la mesa para dar cuenta del menú del día, digno pero sin más.

¿Y el guía espontáneo? Pues ni un ápice de arrepentimiento.

Todavía un poco húmedo, escribo esta crónica, como cronista becario, en Górliz a 15 de Septiembre de 2009.