domingo, 2 de abril de 2017

28-3-2017 BURUBIO Y BABIO

BURUBIO Y BABIO
28/03/2017







A las 9:30 del horario de verano, con un día radiante tanto presente como futuro, los 11 (1+10) jubiltaldeos nos damos cita en el bar Atxubi de Amurrio donde tomamos los cafés y los zumos que marcan el inicio oficial de la jornada.

Empezamos a andar a las diez menos cuarto desde el mismo pueblo. Como casi siempre los primeros pasos son cuesta arriba.
Primero por carretera durante una media hora y luego por pista con algo de barro pero no como para llamar la atención, llegamos a un collado donde, tirando a la izquierda, nos pone en un plis plas en la cima del primero de los montes previstos para hoy: el Burubio de 538 m. que teniendo en cuenta que hemos partido de 220, se puede decir que hemos dado un paseo.

Estamos lo justo para sacar una foto y seguimos viaje. Atravesamos el barrio de Mendeika y otra vez por carretera seguimos subiendo hasta que esta se acaba. Continuamos por pista de tierra y por último pisando una verde y esponjosa pradera de yerba llegamos al Babio (582 m.) casi a la hora del ángelus.

Hace un día claro y las vistas sobre el valle de Ayala son espectaculares. No hay viento así que tomamos el frugal amaiketako viendo el paisaje. Una amable montañera a la que nuestra llegada le ha perturbado la paz del lugar nos saca la foto junto al monumento al montañero, escultura de hierro forjado que precisamente fue creada por su abuelo.

Estamos un buen rato e iniciamos el descenso por la parte contraria a la de la subida.
Cuando llegamos a una pista de cemento, más bien carretera, tenemos el mismo dilema que el nefasto día del barro y como hoy parece que no hemos andado lo suficiente cambiamos de rumbo y, pasando por un depósito de aguas con una edificación imponente, seguimos andando tipo tobogán con piso, menos mal, no muy embarrado, hasta llegar otra vez al barrio de Etxegoien donde se cierra el rondo.
De aquí a los coches hay un suspiro urbano y para la 1:30 estamos cambiándonos para el aperitivo.

El blanco lo tomamos en el mismo bar del café y mientras el ecónomo desarrolla las funciones propias de su cargo, el camarero, encargado o dueño le pregunta si conocemos El Ciego, sitio muy famoso en el pueblo donde dan buen yantar. Rápido conciliábulo y aceptamos el reto recibiendo las instrucciones pertinentes para llegar.

Todo nos lleva al Ruperto, perfectamente señalizado a unos 200 m. de un polígono industrial pero que es conocido en la zona por el Ciego ya que el primer dueño, como todo el mundo ha podido deducir, era ciego.

Comedor enorme pero ya, por la hora que es, casi vacío. Menú, sin preguntar. Hay lentejas y arroz con almejas de primero y chicharritos fritos con pollo en pepitoria con patatas fritas caseras de segundo. Todo rico y abundante y salvo los dos de la ensalada, todos comemos de todo.
Los postres lo mismo que los cafés los pedidos individualmente.

La opinión general es que se ha hecho un gran descubrimiento gastronómico que, por supuesto, habrá que refrendar encargándose el guía alfa de llevarnos algún martes por la zona.

En los coches subimos hasta la ermita de S. Roque, cercana al restaurante, y como en cuyos alrededores hay todo un despliegue de mesas, barbacoas y fuentes hace que nazcan proyectos de hacer un día unas hermosas paellas aunque todo hay que decirlo, el plan está cogido con alfileres.

Sin problemas de tráfico y por la carretera antigua que nos trae recuerdos de antaño, llegamos a casa para las seis y media.

Se ha escrito esta reseña en la parte alta de Algorta y que le ha servido a este cronista el poder rememorar un bonito día tanto en lo meteorológico, como en lo deportivo y en lo gastronómico.

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