jueves, 28 de octubre de 2010

26-10-2010 TOLOÑO

VISITA A LA RIOJA – MONTE TOLOÑO


Al igual que en años anteriores hoy visitamos a nuestro amigo Mali (socio fundador en el dique seco) para disfrutar con él de los aires y otras esencias de La Rioja.
Salimos prontito ya que el camino es largo y tenemos muchas cosas que hacer. Sin novedad y con bastante frío, que se va agudizando según cogemos altura, llegamos a Labastida. Allí nos reunificamos y tomamos un café, bastante chungo, por cierto.
Todos se alegran de verme nuevamente incorporado al grupo, pero no tengo muy claro el verdadero motivo de algunos.
Tras unos minutos de tertulia salimos rumbo a Peñacerrada, lugar donde dejamos los coches, y bajo el ruido de unos “escopeteros” muy interesados en matar seres vivos iniciamos la marcha.
El caminar y el camino resulta agradable. Transitamos en medio de un hayedo con mucha hoja ya en suelo y vamos cogiendo altura sin grandes esfuerzos.
El cromatismo del paisaje, cuando salimos a los claros, es espectacular: verdes de diferentes tonos, amarillos, ocres… una paleta infinita digna de ser admirada.
Tras más de diez meses de ausencia veo que las cosas siguen igual y que como cuando lo dejé cada uno hace más o menos lo que se pone en los…. Unos pocos muy por delante, otros simplemente por delante, otros por rutas alternativas y los que quedan por detrás, casi perdidos y sin referencias con los de delante. ¡Cojonudo!
Sin incidencias, salvo lo apuntado, llegamos a la cumbre del Toloño y además de reponer fuerzas disfrutamos de un paisaje espectacular, mejorado por el día soleado y el cielo azul: pueblos riojanos en el valle, el río Ebro y sus meandros, los colores de los árboles y las vides… ¡muy guay!

Superada la prueba ¿principal? del día toca volver a la civilización para seguir con las metas marcadas. El descenso es tranquilo y sin complicaciones y ahora sí, algunos se interesan y me preguntan para saber como me encuentro.
En tiempo y hora llegamos a los coches, nos “mudamos” y nos dirigimos a Haro. Paramos brevemente a tomar un vino y sin más nos vamos a la “residencia de verano” del anfitrión.
Allí nos espera Maite, su mujer, y Fernando, otro sabio jubiltaldeo que se ha apuntado sólo al disfrute del buen comer. Por cuantificar, decir que somos quince, trece hombres y dos mujeres.
Comemos bien y tradicional: pimientitos rojos en aceite, tomate de casa, ensalada, codero asado, pan blanco…
Tras el yantar y la tertulia nos paseamos por los caminos próximos a la urbanización y nos dejamos acariciar por un sol otoñal que aún tiene fuerzas para resultar reconfortante.
A la hora prevista salimos hacia San Vicente de la Sonsierra para visitar la bodega de siempre y… merendar. Charla agradable alrededor de la mesa, degustación, otra vez, de productos riojanos, compra de vino y despedida final cuando la noche ya es dueña del lugar.
Sin contratiempos, espero, cada grupito retorna a su hogar, y cada quién vuelve con los suyos y posiblemente comente con ellos lo ¿duro? de la jornada.
Seguramente se me olvidan cosas al estar tan desentrenado por lo que espero que se me disculpe, y sobre todo también espero poder continuar asistiendo los martes y con ello liberar de la enorme carga de escribir estas crónicas a los cronistas suplentes.

Y si más termino esta crónica en Las Arenas (costa rica) el día del señor, veintiséis de octubre de 2010.

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