OIZ
18/11/2014
Somos 10 jubiltaldeos los que nos juntamos en la gasolinera de la autopista en Amorebieta a las 9:30 de la mañana.
Buena temperatura y buen tiempo con viento sur y cero probabilidades de que llueva.
Después del requisito del café, esta vez tipo nespresso, montamos en los coches y nos vamos, pasando por Garai, hasta un área recreativa bastante umbrosa donde dejamos los coches.
No tenemos al guía alfa. Entrevistados los presentes, ninguno quiere, aun conociendo el terreno, ser el guía que nos lidere, supongo que es por humildad, así que en caso de duda decidiremos en plan asambleario.
A las 10 empezamos a andar por una pista-carretera en muy buen estado que rápidamente pasa del asfalto al hormigón. Vamos subiendo de forma tendida rodeados de pinos.
Atravesamos un bosquecillo de robles en el que los colores del otoño ya han hecho su aparición que contrasta con el verde de las coníferas.
Hay un cruce de pistas y nosotros cogemos la de la derecha. Pronto nos encontramos con una explotación forestal ya anunciada, además de por el ruido de las motosierras, por un camión tráiler que nos ha adelantado mientras subíamos y que ahora le vemos ya de vuelta cargado con troncos de considerable grosor. Hay montones de madera ya cortada y preparada a lo largo de casi medio quilómetro y en esta zona hay algo de barro en la carretera.
A través de vueltas y revueltas, curvas y contracurvas nos damos de frente con los aerogeneradores que están a pleno rendimiento. Por la cresta y siguiendo el camino de piedrilla que hace de vía de servicio para los molinos, luchando contra un viento sur, más que fresco, frío, y que pega fuerte, nos presentamos en la base del promontorio donde se encuentra el buzón y la colección de antenas.
Desde aquí a la cumbre hay una cuesta corta pero exigente, de mal pisar, con piedras grandes e irregulares lo que añade una mayor dificultad a los que somos paticortos.
Llegamos a la cumbre (1.206 m.) a las 12:15 pero el viento fuerte y además frío, nos hace retirarnos, sin ni siquiera sacar la preceptiva foto, buscando la protección de las antenas que, dicho sea de paso, tampoco protegen como es debido.
Tomamos el amaiketako reforzado con un membrillo del tamaño de un queso manchego que el jubiltaldeo navarro ha aportado y encima ha cargado con él. A pesar de todas las prisas por quitarnos el frío de encima, nos comemos medio membrillo lo que da una idea de su calidad.
Las vistas que desde este monte bocinero se aprecian no hace falta contarlas en esta crónica pues son de todo el mundo conocidas.
Pasadas las 12:30 iniciamos el descenso pero en vez de hacerlo por donde hemos subido, seguimos hacia la derecha pasando por las antenas y el grupo de aerogeneradores que quedan descolgados. Vemos un dolmen sin nombre ni cartel explicativo. Buscando en Google descubro que no es auténtico.
Bajamos por la pista de idénticas características a la usada en la subida hasta llegar al cruce en el hemos cogido la de la derecha.
Un ciclista que baja toda pastilla y sin anunciarse, “contacta” con uno de los que bajamos en cola. El jubiltaldeo resulta rozado pero el ciclista por poco se nos descalabra. Encima de no avisar, se nos encara por ir ocupando la pista y no dejarle sitio. ¡¡Como para ir en fila india por si acaso aparece una bici!!
Los que iban delante parece que no tienen problemas con el kamikaze.
Como un par de molinos estaban parados, y la matarrasa del monte estaba en pleno rendimiento, tanto a la ida como a la vuelta nos cruzamos con unos cuantos vehículos que, añadidos a los camiones, hacen que sea una de las pistas montañeras de más tráfico que nos han tocado.
A las dos y media llegamos a los coches y a las tres estamos tomando tranquilamente un txakoli-caña-clara-zurito, según los gustos de cada uno, mientras nos preparan la mesa en el Garai jatetxea.
El menú muy bueno en general y como la ensaladilla no llegaba para atender las peticiones, al final comemos tipo templo gastronómico, al menos en cuanto a los primeros se refiere, es decir, todos lo de todos. Los segundos cada uno el suyo. Mesa redonda y mantel de lino con un servicio muy amable. Sugiero que habrá que hacer otro monte por la zona para confirmar su categoría.
Pasadas las 4:30 damos por finalizada la sobremesa y cada uno para su casa.
Se escribe esta crónica en Algorta el 21 de Noviembre de 2014 con el presentimiento, ojo solo presentimiento, de que la semana que viene empieza el invierno propiamente dicho.
domingo, 23 de noviembre de 2014
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