CERREDO
14/12/2010
Fresco, seco, con sol. Día magnífico para andar por el monte.
10 jubiltaldeos, 10, de lo mejorcito, nos juntamos en el bar restaurante Arenillas, en Islares, a las 9,30 para seguir el protocolo de rigor: saludos, conteo de efectivos, café y las últimas indicaciones sobre la ruta a seguir.
A las 9,50, hora del cronista, iniciamos la marcha desde una empresa de desguace que hay al otro lado de la autopista, donde también dejamos los coches.
Al principio por asfalto (poco), luego por pista de hormigón y más tarde por pista hecha con piedras, todo para arriba sin pausas, rodeados de eucaliptos y con algunos momentos en plan cartujo, es decir, sin hablar, llegamos a una especie de collado.
Mientras contemplamos el paisaje (Candina, la “ballena” de Sonabia etc.), dos disidentes aprovechan para hacer cima en una tachuela y de paso engrosar su ya dilatado palmarés montañero.
A partir de aquí, perdemos de vista al mar y nos desviamos a nuestra izquierda para seguir camino hacia el objetivo al que nos dirigimos por sendas de yerba y caminos entre argoma abiertos por el ganado, que ya debe estar estabulado porque no vemos más ejemplares que dos solitarios caballos. Subimos a una suave cresta rocosa con hayas raquíticas y peladas para pasar a la vertiente sur con más vegetación incluidos bastantes arbustos espinosos parecidos a los endrinos.
Durante esta subida hacemos una parada para ver el Puntal de Laredo, Treto, el Buciero, Noja y, con dudas por la bruma, Isla e incluso Ajo (según el propietario de un par de fincas urbana por la zona).
Descendemos hacia un par de refugios que tienen alrededor una plantación que podría ser de hayas o robles, debidamente protegidos con tubo de plástico, para volver otra vez a subir por una pista de yerba, con rodaduras de un todo terreno hasta llegar a un “valle suspendido” (licencia del autor en atención al guía alfa) con césped que para sí quisieran algunos equipos de fútbol, que lo atravesamos en suave pendiente hasta llegar otra vez a la vertiente norte con vistas a Castro, Serantes, Superpuerto, isla de Billano, Jata y si no fuese por la bruma, incluso a la plataforma de La Gaviota.
Zigzagueando entre las rocas, afortunadamente secas, y en algunos momentos ayudándonos con las manos por motivos de seguridad, llegamos al buzón y al vértice geodésico del Cerredo (643m.) a las 11,50.
Reponemos energías, nos hidratamos por dentro, sacamos la foto, debatimos, como casi siempre, sobre la ecología y el medio ambiente respecto al troncho de la manzana y transcurridos veinte minutos desde la llegada, iniciamos el descenso, al principio con precaución para evitar accidentes.
El camino de vuelta, hasta llegar otra vez al collado, discurre paralelo al de la ida pero más cercano al mar por una extensa ladera con argoma y helechos ya tumbados por haberse secado, unas veces siguiendo caminos hechos por el ganado y otras campo a través.
Tres componentes sufren aparatosas caídas, uno por tropiezo con una rama torticera y dos por meter el pie en el mismo agujero camuflado, pero sin más consecuencias que los pinchazos con la argoma en diferentes partes del cuerpo que no es necesario detallar.
Suavemente y haciendo acopio de ramas de eucalipto llegamos a los coches a la 13,40 p.m. Tenemos tiempo así que sin prisas nos ponemos decentes para ir a comer al restaurante Arenillas. Antes de sentarnos tomarnos el txakolí o el tinto según gustos, detalle de un jubiltaldeo que hace pocos días había celebrado el ser un año mayor.
La comida, menú del día a elegir entre un motón de primeros y otro montón de segundos, es abundante y desigual destacando por su contundencia los garbanzos con callos.
Debido a las restricciones en el comedor para poder fumar, y en atención de los adictos a este vicio a los que ya queda poco para practicarlo, los cafés, infusiones, copas y chupitos los disfrutamos, cómodamente sentados en el bar, charlando de nuestro Athleti, de la reunión del jueves en Bilbao para tomar unos vinos, recoger y pagar la lotería que un jubiltaldeo compra y siempre toca quedándose a comer si se tercia y, por supuesto, de los próximos proyectos gastronómico-montañeros perfectamente diseñados para poder acercarnos a los templos gastronómicos desatendidos desde hace tiempo y no vaya a ser que ya no nos conozcan.
Sin caravanas, para la 5 en casita.
Se escribe esta crónica, tratando de recoger fielmente el transcurrir del día, en Algorta (Getxo) a 15 de Diciembre de 2010.
NOTA P.S.
Ante la idea de ir andando a Bilbao, se enviará un correo con horario y ruta para que el que no quiera salir desde Berango se pueda incorporar in itínere.
14/12/2010
Fresco, seco, con sol. Día magnífico para andar por el monte.
10 jubiltaldeos, 10, de lo mejorcito, nos juntamos en el bar restaurante Arenillas, en Islares, a las 9,30 para seguir el protocolo de rigor: saludos, conteo de efectivos, café y las últimas indicaciones sobre la ruta a seguir.
A las 9,50, hora del cronista, iniciamos la marcha desde una empresa de desguace que hay al otro lado de la autopista, donde también dejamos los coches.
Al principio por asfalto (poco), luego por pista de hormigón y más tarde por pista hecha con piedras, todo para arriba sin pausas, rodeados de eucaliptos y con algunos momentos en plan cartujo, es decir, sin hablar, llegamos a una especie de collado.
Mientras contemplamos el paisaje (Candina, la “ballena” de Sonabia etc.), dos disidentes aprovechan para hacer cima en una tachuela y de paso engrosar su ya dilatado palmarés montañero.
A partir de aquí, perdemos de vista al mar y nos desviamos a nuestra izquierda para seguir camino hacia el objetivo al que nos dirigimos por sendas de yerba y caminos entre argoma abiertos por el ganado, que ya debe estar estabulado porque no vemos más ejemplares que dos solitarios caballos. Subimos a una suave cresta rocosa con hayas raquíticas y peladas para pasar a la vertiente sur con más vegetación incluidos bastantes arbustos espinosos parecidos a los endrinos.
Durante esta subida hacemos una parada para ver el Puntal de Laredo, Treto, el Buciero, Noja y, con dudas por la bruma, Isla e incluso Ajo (según el propietario de un par de fincas urbana por la zona).
Descendemos hacia un par de refugios que tienen alrededor una plantación que podría ser de hayas o robles, debidamente protegidos con tubo de plástico, para volver otra vez a subir por una pista de yerba, con rodaduras de un todo terreno hasta llegar a un “valle suspendido” (licencia del autor en atención al guía alfa) con césped que para sí quisieran algunos equipos de fútbol, que lo atravesamos en suave pendiente hasta llegar otra vez a la vertiente norte con vistas a Castro, Serantes, Superpuerto, isla de Billano, Jata y si no fuese por la bruma, incluso a la plataforma de La Gaviota.
Zigzagueando entre las rocas, afortunadamente secas, y en algunos momentos ayudándonos con las manos por motivos de seguridad, llegamos al buzón y al vértice geodésico del Cerredo (643m.) a las 11,50.
Reponemos energías, nos hidratamos por dentro, sacamos la foto, debatimos, como casi siempre, sobre la ecología y el medio ambiente respecto al troncho de la manzana y transcurridos veinte minutos desde la llegada, iniciamos el descenso, al principio con precaución para evitar accidentes.
El camino de vuelta, hasta llegar otra vez al collado, discurre paralelo al de la ida pero más cercano al mar por una extensa ladera con argoma y helechos ya tumbados por haberse secado, unas veces siguiendo caminos hechos por el ganado y otras campo a través.
Tres componentes sufren aparatosas caídas, uno por tropiezo con una rama torticera y dos por meter el pie en el mismo agujero camuflado, pero sin más consecuencias que los pinchazos con la argoma en diferentes partes del cuerpo que no es necesario detallar.
Suavemente y haciendo acopio de ramas de eucalipto llegamos a los coches a la 13,40 p.m. Tenemos tiempo así que sin prisas nos ponemos decentes para ir a comer al restaurante Arenillas. Antes de sentarnos tomarnos el txakolí o el tinto según gustos, detalle de un jubiltaldeo que hace pocos días había celebrado el ser un año mayor.
La comida, menú del día a elegir entre un motón de primeros y otro montón de segundos, es abundante y desigual destacando por su contundencia los garbanzos con callos.
Debido a las restricciones en el comedor para poder fumar, y en atención de los adictos a este vicio a los que ya queda poco para practicarlo, los cafés, infusiones, copas y chupitos los disfrutamos, cómodamente sentados en el bar, charlando de nuestro Athleti, de la reunión del jueves en Bilbao para tomar unos vinos, recoger y pagar la lotería que un jubiltaldeo compra y siempre toca quedándose a comer si se tercia y, por supuesto, de los próximos proyectos gastronómico-montañeros perfectamente diseñados para poder acercarnos a los templos gastronómicos desatendidos desde hace tiempo y no vaya a ser que ya no nos conozcan.
Sin caravanas, para la 5 en casita.
Se escribe esta crónica, tratando de recoger fielmente el transcurrir del día, en Algorta (Getxo) a 15 de Diciembre de 2010.
NOTA P.S.
Ante la idea de ir andando a Bilbao, se enviará un correo con horario y ruta para que el que no quiera salir desde Berango se pueda incorporar in itínere.
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