UBIDEA-(casi) OKETA
Las previsiones meteorológicas auguran un tiempo diferente a los últimos días de semana pasada y desde que salimos de casa se cumplen, sol y subida de las temperaturas. Hacia la mitad del puerto de Barázar la nieve hace acto de presencia en las cunetas y no nos abandonará en toda la excursión.
Por un problema de logística, hoy nos perdemos el café, dado que en Ubidea están los bares cerrados y no hemos parado en el lugar habitual del alto de Barázar.
Tras los preparativos indumentarios, botas, polainas, gorros, guantes, etc., emprendemos la marcha pasando por el puente que está detrás del frontón y el nogal que nos suministra de nueces los otoños. El camino es una pista asfaltada que resulta peligrosa por el hielo, pero que poco a poco se va llenando de nieve y el andar se hace más fácil hasta llegar a una zona donde desaparecen las pisadas y la nieve está limpia, salvo huellas de animales, unos dicen que de jabalí por el surco tan uniforme, también hay huellas de caballo, corzo o lo que sean.
Metidos en un bosque donde no hay camino a la vista, el núcleo duro parece que amenaza con seguir hasta abandonar el bosque, también hay un amago de tirar “parriba” pero al fin prevalece el sentido común y damos la vuelta sin hacer cima, paramos para el refrigerio habitual de las frutas, frutos secos añadiendo un poco de turrón para celebrar las fiestas.
La bajada resulta muy cómoda a pesar de la nieve y sin caídas ni resbalones llegamos a los coches con tiempo para cambiarnos y tomar un caldo en el Batzoki, que se agradece porque a pesar de que el sol está presente, la temperatura a la sombra está que ni frío ni calor.
Igual que nos hemos quedado sin café, nos quedamos con las ganas de comer en el Templo que cierra hasta Reyes. En esa zona la alternativa es el Amorrortu en Lemona, donde habíamos reservado y mientras preparan la mesa nos tomamos un txakolí (no de Miranda). La comida en su línea más de primeros, pero sin descuidar a los segundos y de postre el
homenaje que nos hace la cocinera, Flan casero tradicional, nada de olla rápida.
Tertulia, cafés, copas y como es la última del 2010 Farias, ante la prohibición de fumar en las tascas a partir de la semana que viene. Ni que decir que la parte más extensa de la tertulia a tenido como tema lo de no poder fumar nunca más y como siempre nos quedamos solos en el comedor, decidiendo marchar para casita que la crónica no se escribe sola.
En ausencia de todos los plumillas, escribo esto en la parte alta de Bilbao, Santutxu, el veintiocho de Diciembre del 2010.
martes, 28 de diciembre de 2010
jueves, 16 de diciembre de 2010
14-12-2010 PICO CERREDO
CERREDO
14/12/2010
Fresco, seco, con sol. Día magnífico para andar por el monte.
10 jubiltaldeos, 10, de lo mejorcito, nos juntamos en el bar restaurante Arenillas, en Islares, a las 9,30 para seguir el protocolo de rigor: saludos, conteo de efectivos, café y las últimas indicaciones sobre la ruta a seguir.
A las 9,50, hora del cronista, iniciamos la marcha desde una empresa de desguace que hay al otro lado de la autopista, donde también dejamos los coches.
Al principio por asfalto (poco), luego por pista de hormigón y más tarde por pista hecha con piedras, todo para arriba sin pausas, rodeados de eucaliptos y con algunos momentos en plan cartujo, es decir, sin hablar, llegamos a una especie de collado.
Mientras contemplamos el paisaje (Candina, la “ballena” de Sonabia etc.), dos disidentes aprovechan para hacer cima en una tachuela y de paso engrosar su ya dilatado palmarés montañero.
A partir de aquí, perdemos de vista al mar y nos desviamos a nuestra izquierda para seguir camino hacia el objetivo al que nos dirigimos por sendas de yerba y caminos entre argoma abiertos por el ganado, que ya debe estar estabulado porque no vemos más ejemplares que dos solitarios caballos. Subimos a una suave cresta rocosa con hayas raquíticas y peladas para pasar a la vertiente sur con más vegetación incluidos bastantes arbustos espinosos parecidos a los endrinos.
Durante esta subida hacemos una parada para ver el Puntal de Laredo, Treto, el Buciero, Noja y, con dudas por la bruma, Isla e incluso Ajo (según el propietario de un par de fincas urbana por la zona).
Descendemos hacia un par de refugios que tienen alrededor una plantación que podría ser de hayas o robles, debidamente protegidos con tubo de plástico, para volver otra vez a subir por una pista de yerba, con rodaduras de un todo terreno hasta llegar a un “valle suspendido” (licencia del autor en atención al guía alfa) con césped que para sí quisieran algunos equipos de fútbol, que lo atravesamos en suave pendiente hasta llegar otra vez a la vertiente norte con vistas a Castro, Serantes, Superpuerto, isla de Billano, Jata y si no fuese por la bruma, incluso a la plataforma de La Gaviota.
Zigzagueando entre las rocas, afortunadamente secas, y en algunos momentos ayudándonos con las manos por motivos de seguridad, llegamos al buzón y al vértice geodésico del Cerredo (643m.) a las 11,50.
Reponemos energías, nos hidratamos por dentro, sacamos la foto, debatimos, como casi siempre, sobre la ecología y el medio ambiente respecto al troncho de la manzana y transcurridos veinte minutos desde la llegada, iniciamos el descenso, al principio con precaución para evitar accidentes.
El camino de vuelta, hasta llegar otra vez al collado, discurre paralelo al de la ida pero más cercano al mar por una extensa ladera con argoma y helechos ya tumbados por haberse secado, unas veces siguiendo caminos hechos por el ganado y otras campo a través.
Tres componentes sufren aparatosas caídas, uno por tropiezo con una rama torticera y dos por meter el pie en el mismo agujero camuflado, pero sin más consecuencias que los pinchazos con la argoma en diferentes partes del cuerpo que no es necesario detallar.
Suavemente y haciendo acopio de ramas de eucalipto llegamos a los coches a la 13,40 p.m. Tenemos tiempo así que sin prisas nos ponemos decentes para ir a comer al restaurante Arenillas. Antes de sentarnos tomarnos el txakolí o el tinto según gustos, detalle de un jubiltaldeo que hace pocos días había celebrado el ser un año mayor.
La comida, menú del día a elegir entre un motón de primeros y otro montón de segundos, es abundante y desigual destacando por su contundencia los garbanzos con callos.
Debido a las restricciones en el comedor para poder fumar, y en atención de los adictos a este vicio a los que ya queda poco para practicarlo, los cafés, infusiones, copas y chupitos los disfrutamos, cómodamente sentados en el bar, charlando de nuestro Athleti, de la reunión del jueves en Bilbao para tomar unos vinos, recoger y pagar la lotería que un jubiltaldeo compra y siempre toca quedándose a comer si se tercia y, por supuesto, de los próximos proyectos gastronómico-montañeros perfectamente diseñados para poder acercarnos a los templos gastronómicos desatendidos desde hace tiempo y no vaya a ser que ya no nos conozcan.
Sin caravanas, para la 5 en casita.
Se escribe esta crónica, tratando de recoger fielmente el transcurrir del día, en Algorta (Getxo) a 15 de Diciembre de 2010.
NOTA P.S.
Ante la idea de ir andando a Bilbao, se enviará un correo con horario y ruta para que el que no quiera salir desde Berango se pueda incorporar in itínere.
14/12/2010
Fresco, seco, con sol. Día magnífico para andar por el monte.
10 jubiltaldeos, 10, de lo mejorcito, nos juntamos en el bar restaurante Arenillas, en Islares, a las 9,30 para seguir el protocolo de rigor: saludos, conteo de efectivos, café y las últimas indicaciones sobre la ruta a seguir.
A las 9,50, hora del cronista, iniciamos la marcha desde una empresa de desguace que hay al otro lado de la autopista, donde también dejamos los coches.
Al principio por asfalto (poco), luego por pista de hormigón y más tarde por pista hecha con piedras, todo para arriba sin pausas, rodeados de eucaliptos y con algunos momentos en plan cartujo, es decir, sin hablar, llegamos a una especie de collado.
Mientras contemplamos el paisaje (Candina, la “ballena” de Sonabia etc.), dos disidentes aprovechan para hacer cima en una tachuela y de paso engrosar su ya dilatado palmarés montañero.
A partir de aquí, perdemos de vista al mar y nos desviamos a nuestra izquierda para seguir camino hacia el objetivo al que nos dirigimos por sendas de yerba y caminos entre argoma abiertos por el ganado, que ya debe estar estabulado porque no vemos más ejemplares que dos solitarios caballos. Subimos a una suave cresta rocosa con hayas raquíticas y peladas para pasar a la vertiente sur con más vegetación incluidos bastantes arbustos espinosos parecidos a los endrinos.
Durante esta subida hacemos una parada para ver el Puntal de Laredo, Treto, el Buciero, Noja y, con dudas por la bruma, Isla e incluso Ajo (según el propietario de un par de fincas urbana por la zona).
Descendemos hacia un par de refugios que tienen alrededor una plantación que podría ser de hayas o robles, debidamente protegidos con tubo de plástico, para volver otra vez a subir por una pista de yerba, con rodaduras de un todo terreno hasta llegar a un “valle suspendido” (licencia del autor en atención al guía alfa) con césped que para sí quisieran algunos equipos de fútbol, que lo atravesamos en suave pendiente hasta llegar otra vez a la vertiente norte con vistas a Castro, Serantes, Superpuerto, isla de Billano, Jata y si no fuese por la bruma, incluso a la plataforma de La Gaviota.
Zigzagueando entre las rocas, afortunadamente secas, y en algunos momentos ayudándonos con las manos por motivos de seguridad, llegamos al buzón y al vértice geodésico del Cerredo (643m.) a las 11,50.
Reponemos energías, nos hidratamos por dentro, sacamos la foto, debatimos, como casi siempre, sobre la ecología y el medio ambiente respecto al troncho de la manzana y transcurridos veinte minutos desde la llegada, iniciamos el descenso, al principio con precaución para evitar accidentes.
El camino de vuelta, hasta llegar otra vez al collado, discurre paralelo al de la ida pero más cercano al mar por una extensa ladera con argoma y helechos ya tumbados por haberse secado, unas veces siguiendo caminos hechos por el ganado y otras campo a través.
Tres componentes sufren aparatosas caídas, uno por tropiezo con una rama torticera y dos por meter el pie en el mismo agujero camuflado, pero sin más consecuencias que los pinchazos con la argoma en diferentes partes del cuerpo que no es necesario detallar.
Suavemente y haciendo acopio de ramas de eucalipto llegamos a los coches a la 13,40 p.m. Tenemos tiempo así que sin prisas nos ponemos decentes para ir a comer al restaurante Arenillas. Antes de sentarnos tomarnos el txakolí o el tinto según gustos, detalle de un jubiltaldeo que hace pocos días había celebrado el ser un año mayor.
La comida, menú del día a elegir entre un motón de primeros y otro montón de segundos, es abundante y desigual destacando por su contundencia los garbanzos con callos.
Debido a las restricciones en el comedor para poder fumar, y en atención de los adictos a este vicio a los que ya queda poco para practicarlo, los cafés, infusiones, copas y chupitos los disfrutamos, cómodamente sentados en el bar, charlando de nuestro Athleti, de la reunión del jueves en Bilbao para tomar unos vinos, recoger y pagar la lotería que un jubiltaldeo compra y siempre toca quedándose a comer si se tercia y, por supuesto, de los próximos proyectos gastronómico-montañeros perfectamente diseñados para poder acercarnos a los templos gastronómicos desatendidos desde hace tiempo y no vaya a ser que ya no nos conozcan.
Sin caravanas, para la 5 en casita.
Se escribe esta crónica, tratando de recoger fielmente el transcurrir del día, en Algorta (Getxo) a 15 de Diciembre de 2010.
NOTA P.S.
Ante la idea de ir andando a Bilbao, se enviará un correo con horario y ruta para que el que no quiera salir desde Berango se pueda incorporar in itínere.
martes, 14 de diciembre de 2010
7-12-2010 SOLLUBE
SOLLUBE
07/12/2010
Hoy ha sido el día SIN: sin barro, sin guía, sin tesorero, sin CO2 y hasta sin socios fundadores.
Somos ocho jubiltaldeos rasos, uno de ellos en plan monitor, es decir, sin mochila.
A las 8,52 nos juntamos en Bolueta los que hemos venido en metro con los que han cogido el euskotren en Atxuri.
A las 10 más o menos llegamos a Bermeo después de un recorrido por parte del Duranguesado y la comarca de Busturialdea-Urdaibai con la ría de Guenika como protagonista principal y una vez tomado el café, sin más preámbulos, empezamos la marcha a las 10,20.
Al principio por aceras y luego por carretera vamos poco a poco cogiendo altura. Salvo alguna cuesta que nos exige algún esfuerzo y algún silencio, todo el trayecto transcurre con pendientes tendidas y siempre por carretera, o lo que es lo mismo, sin gota de barro lo que ha permitido, a los poseedores de información privilegiada, venir con deportivas de treking.
Nos desviamos hacia Mañu Auzoa y ya dejamos de ver el mar para, pasar al pino y eucalipto con ciertos toques de amarillos y ocres de unos cuantos robles y abedules desperdigados.
Algunas de las casas que tienen unas vistas espectaculares aunque claro está, hay que vivir allí y si te gusta tomar algunos potes la cosa se puede complicar.
A las 12,30 estamos en el Sollube, monte bocinero (683 m. y cuatropetecientas antenas para todo lo que funcione con ondas). Hace viento que pese a soplar del sur es fresco por lo que, al no haber mucho sitio donde refugiarse, comemos rápidamente el amaiketako mientras repasamos la orografía de Bizkaia y parte de Gipuzkoa ayudados por los paneles que allí se encuentran. Por supuesto no podía faltar la foto.
El descenso es por la misma ruta con las únicas diferencias de que ahora tenemos el mar de frente, que nos cruzamos con tres motorruidistas atronadores y que hacemos un pequeño desvío para ver el cementerio de Mañu en donde las lápidas tiene esculpida alguna figura que indica el oficio que en su día ejerció el difunto.
Entramos en el casco urbano de Bermeo a punto de dar las 2,30.
Tras una intentona fallida, terminamos en el Artza. Comemos un poco apretados pero comemos decentemente. Como todavía hay gente esperando para sentarse decidimos cambiar de aires para tomar el café y, si procediese, la copa. Lo hacemos en una terraza de la plaza en donde el tesorero en funciones, una vez pedida la cuenta, procede a liquidar los gastos del día, trance que resuelve, pese a los titubeos iniciales, con maestría.
Entre los temas tratados toma cuerpo el ir andando desde Berango hasta Bilbao para tomar los vinos el jueves 16. El martes se concretará horario y ruta por si alguno se quiere añadir en el camino.
Pillamos el tren a las 4,48 y para las 6 otra vez en Bolueta, tranquilos porque no hay que fregar las botas y satisfechos porque nos hemos portado muy bien sin mandos, circunstancia que ha sido muy comentada, por lo que creo que deberían coordinar sus vacaciones para que siempre hubiese un socio fundador de guardia que velase por el buen comportamiento cívico, deportivo y medioambiental del resto de los jubiltaldeos de a pie que, con gran responsabilidad, en algunos caso ejerciendo funciones fuera de convenio, hemos usado el transporte público (nada de CO2 a la atmósfera), hemos alcanzado el objetivo sin perdernos, el núcleo duro no nos ha atajado nada en todo recorrido, nos han salido las cuentas, tenemos fotos (paciencia que ya se colgarán en la web) y encima hemos sido lo suficientemente humildes y respetuosos como para no hacer una asonada contra la élite.
Sin más que añadir para la posteridad se escribe esta crónica en Algorta a 9 de Diciembre de 2010.
07/12/2010
Hoy ha sido el día SIN: sin barro, sin guía, sin tesorero, sin CO2 y hasta sin socios fundadores.
Somos ocho jubiltaldeos rasos, uno de ellos en plan monitor, es decir, sin mochila.
A las 8,52 nos juntamos en Bolueta los que hemos venido en metro con los que han cogido el euskotren en Atxuri.
A las 10 más o menos llegamos a Bermeo después de un recorrido por parte del Duranguesado y la comarca de Busturialdea-Urdaibai con la ría de Guenika como protagonista principal y una vez tomado el café, sin más preámbulos, empezamos la marcha a las 10,20.
Al principio por aceras y luego por carretera vamos poco a poco cogiendo altura. Salvo alguna cuesta que nos exige algún esfuerzo y algún silencio, todo el trayecto transcurre con pendientes tendidas y siempre por carretera, o lo que es lo mismo, sin gota de barro lo que ha permitido, a los poseedores de información privilegiada, venir con deportivas de treking.
Nos desviamos hacia Mañu Auzoa y ya dejamos de ver el mar para, pasar al pino y eucalipto con ciertos toques de amarillos y ocres de unos cuantos robles y abedules desperdigados.
Algunas de las casas que tienen unas vistas espectaculares aunque claro está, hay que vivir allí y si te gusta tomar algunos potes la cosa se puede complicar.
A las 12,30 estamos en el Sollube, monte bocinero (683 m. y cuatropetecientas antenas para todo lo que funcione con ondas). Hace viento que pese a soplar del sur es fresco por lo que, al no haber mucho sitio donde refugiarse, comemos rápidamente el amaiketako mientras repasamos la orografía de Bizkaia y parte de Gipuzkoa ayudados por los paneles que allí se encuentran. Por supuesto no podía faltar la foto.
El descenso es por la misma ruta con las únicas diferencias de que ahora tenemos el mar de frente, que nos cruzamos con tres motorruidistas atronadores y que hacemos un pequeño desvío para ver el cementerio de Mañu en donde las lápidas tiene esculpida alguna figura que indica el oficio que en su día ejerció el difunto.
Entramos en el casco urbano de Bermeo a punto de dar las 2,30.
Tras una intentona fallida, terminamos en el Artza. Comemos un poco apretados pero comemos decentemente. Como todavía hay gente esperando para sentarse decidimos cambiar de aires para tomar el café y, si procediese, la copa. Lo hacemos en una terraza de la plaza en donde el tesorero en funciones, una vez pedida la cuenta, procede a liquidar los gastos del día, trance que resuelve, pese a los titubeos iniciales, con maestría.
Entre los temas tratados toma cuerpo el ir andando desde Berango hasta Bilbao para tomar los vinos el jueves 16. El martes se concretará horario y ruta por si alguno se quiere añadir en el camino.
Pillamos el tren a las 4,48 y para las 6 otra vez en Bolueta, tranquilos porque no hay que fregar las botas y satisfechos porque nos hemos portado muy bien sin mandos, circunstancia que ha sido muy comentada, por lo que creo que deberían coordinar sus vacaciones para que siempre hubiese un socio fundador de guardia que velase por el buen comportamiento cívico, deportivo y medioambiental del resto de los jubiltaldeos de a pie que, con gran responsabilidad, en algunos caso ejerciendo funciones fuera de convenio, hemos usado el transporte público (nada de CO2 a la atmósfera), hemos alcanzado el objetivo sin perdernos, el núcleo duro no nos ha atajado nada en todo recorrido, nos han salido las cuentas, tenemos fotos (paciencia que ya se colgarán en la web) y encima hemos sido lo suficientemente humildes y respetuosos como para no hacer una asonada contra la élite.
Sin más que añadir para la posteridad se escribe esta crónica en Algorta a 9 de Diciembre de 2010.
lunes, 13 de diciembre de 2010
30-11-2010 ALTO DEL PANDO
ALTO DEL PANDO
30/11/2010
Día fresco, nublado y esperanza, como así ha sido, de que no llueva.
Tras el reagrupamiento, saludos y café, los nueve jubiltaldeos nos acercamos en los coches al santuario de Nª Sra. De la Encina, punto de inicio y llegada del “paseo”.
Iniciamos la marcha a las 10 y por carretera llegamos hasta la Torre Mendieta del s. XVI de estilo gótico renacentista. Esto último lo escribo, no porque sea un experto sino porque lo ponía en un cartel explicativo situado cerca de la torre.
A partir de aquí, una hora de andar lento por barro, barro, de color negro, generado por el movimiento de ganado vacuno, alternado con algún trayecto por campas, alguna que otra alambrada y bastante zarza que a más de uno le hace sangrar profusamente pero sin llegar a ser necesaria ninguna transfusión.
Tenemos de frente los montes de Ordunte y a nuestra izquierda el Montenegro coronado por un bosque de antenas
En este tramo todavía no me aclaro si es que no hemos cogido el camino correcto o nos hemos salido del mismo para evitar el agua y el barro.
Llegamos a la carretera que termina en una vaquería que forma parte de los caseríos Palacio, que nos hace abrigar alguna esperanza, esperanza que nos dura 50 metros. A partir de aquí, nos toca más barro, esta vez de color blanquecino ya que la pista forestal está destrozada por las máquinas que han estado trabajando en las sacas de los pinares que bordean la misma. Y todavía tienen que venir los camiones a llevarse los troncos ya apilados, pelados y cortados. Un mastín nos acompaña un buen rato hasta que comprueba que no somos cuatreros y que, encima, se está poniendo perdido.
Superado este trance, continuamos por pistas forestales más transitables, que permite a los micólogos echar algún vistazo sin éxito, hasta enfilar la cuesta final hasta la cumbre, que tiene su miga. Llegamos a las 12,15.
A pesar de ser un monte de estatura más bien baja, las vistas, en lo que permiten las nubes y la bruma son francamente buenas lo que aprovechamos para hacer un repaso a los montes que se divisan: la sierra de Orduña, el Eretza, Ganeko, etc. por citar algunos.
Tomamos una ligera colación incluido un reconfortante caldito que uno de los jubiltaldeos lo ha preparado, y transportado (termo y vasos) sin que haya salido de su boca ni un leve quejido.
Foto y vuelta, por la vertiente este del monte hasta llegar a una zona donde unos cuantos intentan localizar el lugar donde en su día se forraron a cantarelus. Después de media hora de búsqueda no dan con él así que con las manos vacías volvemos a tomar el mismo camino de la ida, con el mismo barro y los mismos pinos pero andando más deprisa ya que, avisado el restaurante, nos dan de plazo hasta las tres de la tarde para darnos de comer y esto es sagrado.
Una vez en la vaquería seguimos por la carretera, que también tiene algún que otro repecho rompepiernas pero sin barro, hasta llegar a los coches a las 2,15. Caen algunas gotas.
Nos desembarramos y acicalamos rápidamente y aún tenemos tiempo de tomarnos el vinito con las almendras antes de pasar al comedor en el restaurante Torre de Artziniega.
El menú no suscita ningún oooh! pero como lo que importa (bueno, un poco sí) no es que la comida sea buena o mala sino la buena compañía, disfrutamos de la mesa.
Como es todavía pronto, que, bien abrigados porque el grajo vuela bajo, damos un paseo por el casco antiguo antes de coger los coches.
Para las 5,30 estamos en casa fregando las botas antes que se endurezca el barro y haya que utilizar medios mecánicos más expeditivos.
Se escribe esta crónica en Algorta a 1 de Diciembre de 2010 a la espera de que llegue la primavera que atempere las condiciones meteorológicas y de paso también podamos pillar alguna seta.
30/11/2010
Día fresco, nublado y esperanza, como así ha sido, de que no llueva.
Tras el reagrupamiento, saludos y café, los nueve jubiltaldeos nos acercamos en los coches al santuario de Nª Sra. De la Encina, punto de inicio y llegada del “paseo”.
Iniciamos la marcha a las 10 y por carretera llegamos hasta la Torre Mendieta del s. XVI de estilo gótico renacentista. Esto último lo escribo, no porque sea un experto sino porque lo ponía en un cartel explicativo situado cerca de la torre.
A partir de aquí, una hora de andar lento por barro, barro, de color negro, generado por el movimiento de ganado vacuno, alternado con algún trayecto por campas, alguna que otra alambrada y bastante zarza que a más de uno le hace sangrar profusamente pero sin llegar a ser necesaria ninguna transfusión.
Tenemos de frente los montes de Ordunte y a nuestra izquierda el Montenegro coronado por un bosque de antenas
En este tramo todavía no me aclaro si es que no hemos cogido el camino correcto o nos hemos salido del mismo para evitar el agua y el barro.
Llegamos a la carretera que termina en una vaquería que forma parte de los caseríos Palacio, que nos hace abrigar alguna esperanza, esperanza que nos dura 50 metros. A partir de aquí, nos toca más barro, esta vez de color blanquecino ya que la pista forestal está destrozada por las máquinas que han estado trabajando en las sacas de los pinares que bordean la misma. Y todavía tienen que venir los camiones a llevarse los troncos ya apilados, pelados y cortados. Un mastín nos acompaña un buen rato hasta que comprueba que no somos cuatreros y que, encima, se está poniendo perdido.
Superado este trance, continuamos por pistas forestales más transitables, que permite a los micólogos echar algún vistazo sin éxito, hasta enfilar la cuesta final hasta la cumbre, que tiene su miga. Llegamos a las 12,15.
A pesar de ser un monte de estatura más bien baja, las vistas, en lo que permiten las nubes y la bruma son francamente buenas lo que aprovechamos para hacer un repaso a los montes que se divisan: la sierra de Orduña, el Eretza, Ganeko, etc. por citar algunos.
Tomamos una ligera colación incluido un reconfortante caldito que uno de los jubiltaldeos lo ha preparado, y transportado (termo y vasos) sin que haya salido de su boca ni un leve quejido.
Foto y vuelta, por la vertiente este del monte hasta llegar a una zona donde unos cuantos intentan localizar el lugar donde en su día se forraron a cantarelus. Después de media hora de búsqueda no dan con él así que con las manos vacías volvemos a tomar el mismo camino de la ida, con el mismo barro y los mismos pinos pero andando más deprisa ya que, avisado el restaurante, nos dan de plazo hasta las tres de la tarde para darnos de comer y esto es sagrado.
Una vez en la vaquería seguimos por la carretera, que también tiene algún que otro repecho rompepiernas pero sin barro, hasta llegar a los coches a las 2,15. Caen algunas gotas.
Nos desembarramos y acicalamos rápidamente y aún tenemos tiempo de tomarnos el vinito con las almendras antes de pasar al comedor en el restaurante Torre de Artziniega.
El menú no suscita ningún oooh! pero como lo que importa (bueno, un poco sí) no es que la comida sea buena o mala sino la buena compañía, disfrutamos de la mesa.
Como es todavía pronto, que, bien abrigados porque el grajo vuela bajo, damos un paseo por el casco antiguo antes de coger los coches.
Para las 5,30 estamos en casa fregando las botas antes que se endurezca el barro y haya que utilizar medios mecánicos más expeditivos.
Se escribe esta crónica en Algorta a 1 de Diciembre de 2010 a la espera de que llegue la primavera que atempere las condiciones meteorológicas y de paso también podamos pillar alguna seta.
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