BALMASEDA – MONTE LA GARBEA – BALMASEDA
Viento sur, sol y treinta grados. Malas condiciones para el montañismo y el esfuerzo, digo yo.
Con estas premisas los de costa rica (la parte más rica) nos vamos en coche y el resto se van en tren al punto de encuentro.
Llevo tiempo lanzando mensajes sutiles sobre nuestra marcha, lenta e inexorable, hacia la vejez en su sentido más cruel y ayer algo pasó en este sentido. Los jubiltaldeos, viajeros del tren, llegaron a Balmaseda y no supieron o pudieron bajarse, salvo dos, y tuvieron que seguir hasta el apeadero que hace de fin de trayecto: cosas de la edad, sin más.
Reagrupados todos los componentes del grupo y con el objetivo a la vista comenzamos a caminar por las calles del pueblo. A las afueras del mismo un mecánico de un taller nos hace gestos, sin haberle dicho nada, de la dirección a seguir. Lo cierto es que no era la buena, pero sí valida en primera instancia.
Seguimos andando. soportando ya el calor, y un par de aventureros en lugar de seguir por el camino marcado se lanzan directos y en perpendicular hacia las antenas de la cumbre. Estas cosas también algún día pasarán factura pero ellos sabrán.
A veces al sol y a veces a la sombra seguimos ascendiendo y sudando, comprobando que lo que parecía próximo no lo estaba tanto. Dos horas casi nos cuesta llegar a las antenas del monte La Garbea situadas a 747 metros de altitud, más o menos.
Tras el refrigerio y un breve descanso comenzamos el descenso oyendo a algunas mentes calenturientas, nunca mejor dicho, ideas descabelladas sobre por donde acometerlo. Felizmente surge la cordura y el buen hacer aunque el guía alfa sin dar explicaciones se lanza a tumba abierta llevándonos a los demás casi al trote.
Por la zona de Pandozales vamos dejándonos caer camino de Balmaseda recogiendo media docena de hongos que servirán de aperitivo en casa del cronista.
El tiempo apremia y los atajos se hacen necesarios llegando así y todo, casi a las tres menos cuarto a nuestro destino.
Buscamos rápidamente un restaurante, en un pueblo casi desierto, y sin muchas opciones entramos en el bar-restaurante Los Gemelos.
La comida, por siete euros, de las de batalla aunque suficiente. Salimos tarde, tras la tertulia hoy muy técnica: CDS, DVDs, TDTs… y económica: inversiones, pasta gansa que se llevan los banqueros…, y nos encontramos con el cielo cubierto y una ligera brisa.
Los del coche se van al coche y los del tren al tren. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Y para que conste escribo esta crónica en Las Arenas a 6 de Octubre de 2009
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