MOTXOTEGIS (desde LEGUTIANO)
21/10/2014
El tiempo es bueno y no hace tanto calor como en los días precedentes.
Hemos quedado a las 9:15 en el bar de siempre en el Alto de Barázar a donde llegamos después de subir el puerto detrás de dos camiones enormes, menos mal que sin carga, de esos dedicados a transportes especiales.
Somos 9 (1+8) jubiltaldeos los que nos encontramos a la hora citada para tomar el cafecito de rigor.
Una vez cumplido este rito nos dirigimos hacia el punto de partida en el barrio de Etxebarri situado junto al puente que pasa por encima del pantano de Urrunaga que junto con el cercano de Uríbarri y Gamboa forman lo que conocemos como pantanos del Zadorra.
A las 10 y con muy buena temperatura empezamos a andar por pista de tierra (afortunadamente seca) bordeando campas y rodeados de robles de buen tamaño. Hay un buen número de vehículos todo terreno que en principio pensamos que se trata de recolectores de setas, pero con la aparición de las palomeras, algunas camufladas entre los árboles y con una altura de dos pisos por lo menos, caemos en la cuenta de que se trata de cazadores que ya empiezan a recoger sus bártulos, no sé si porque la paloma hoy no está de pase o porque ya es tarde.
El micólogo oficial está en Soria así que inmediatamente empezamos a ver setas, por esta zona especialmente galampernas, pero como no hemos venido a setas las dejamos estar sin molestarnos a atravesar las alambradas que circundan las campas para cogerlas.
Seguimos por la misma ruta de tierra, con algo de barro en las hondonadas pero perfectamente vadeables dejando a nuestra derecha un robledal precioso y después de ciertas dudas, a través de un hayedo en el que solo se oye el cras - cras de nuestras pisadas llegamos, por la vertiente norte, al Aioagana (802 m.) cuya cima, libre de árboles y con restos de trincheras, está señalada solamente por unas piedras amontonadas.
No paramos apenas y descendemos por el mismo hayedo hasta dar con la pista de la que pronto salimos, no precisamente por exceso de velocidad, y monte a través, sin ir por ningún camino definido, para las doce menos cuarto estamos en el Esnauritzagane (817 m.) que también pertenece a los Motxotegis. Por lo menos aquí sí hay foto.
Como todavía es pronto decidimos seguir hasta el collado Eskortalekueta desde donde sale el camino para subir al Motxotegi que es precisamente al que no subimos por andar justos de tiempo.
Procedemos al amaiketako que hoy es especial, a base de cecina de corzo salvaje y botella de vino, para celebrar la reaparición de un jubiltaldeo en las salidas de los martes.
Una vez repuestas las fuerzas y aprovechando que el guía alfa es paciente, comprensivo y humilde un espontáneo toma la iniciativa. La orientación que cogemos no es mala en apariencia y además tiene rodaduras de tractor pero la dirección, como luego veremos, no es la correcta.
Pronto se acaba la pista y durante un buen, pero que muy buen trecho andamos a salto de mata: pistas más o menos aceptables, bosques a través, caminos casi cegados por las zarzas que hacen sufrir de lo lindo a los de pantalón corto, algunas zonas de barro y andar, venga a andar. Menos mal que el paisaje y los bosques que atravesamos son dignos de tener en cuenta.
A medida que transcurre el tiempo y no llegamos, el tema de la comida empieza a preocuparnos. El guía alfa, un poco mosca, echa mano del GPS que tiene incorporado en su móvil y anuncia que estamos a no sé cuantos kilómetros del coche. El blanquito que solemos tomar antes de comer queda anulado “ab initio”. De la comida ya hablaremos.
Es obvio que al espontáneo lo vamos poniendo, a medida que pasa el tiempo, cada vez más a caldo
Hay algunos desvíos en los que afortunadamente se acierta en la dirección correcta y ya empezamos a ver el pantano. Nos encontramos con dos setalaris que, pese a decirnos que habían venido a echar un vistazo, iban cargados hasta las cartolas. Estamos más cerca de Legutiano que de los coches.
Hay algunos que de vez en cuando se paran para comer moras que algo es algo y encima tienen vitaminas.
Entre subes y bajas para salvar las lenguas del pantano que se adentran en tierra, por fin entramos en la civilización. Vemos castaños, un muro de piedra y una pareja, algo mayor, que con su cesta se dirigen a su lugar secreto de setas. Nos confirman que ya nos queda poco.
Llegamos a los coches a las 3 menos diez y avisamos al restaurante que iremos un poco más tarde. Por lo menos la comida está salvada.
Cambio rápido y a las 3:15 estamos sentados en el templo gastronómico de Ubidea. La comida, a base de tres primeros (donde destacan las alcachofas) y tres segundos (con la costilla al horno y la carne guisada en plan estrellas), no desmerece en absoluto a la de anteriores ocasiones en cantidad, calidad y amabilidad.
Comentamos la propuesta del riojano, recién llegado de la India, para visitar La Rioja el próximo día 28. La ausencia por viaje de algunas fuerzas vivas y la coincidencia con otros eventos para algunos de los presentes y ausentes hace que se proponga el día 4 de Noviembre en la modalidad de comida en bodega con mesura en cantidades y precio con respecto a ocasiones anteriores. Se comentará y se concretará.
Son casi las 5 cuando salimos a la calle. Ahora el cielo está encapotado y la temperatura ha descendido drásticamente.
Sin problemas, llegamos a casa cuando empiezan a caer algunas gotas.
Se escribe esta crónica que Algorta el 23 de Octubre de 2014, a dos días del cambio de horario
domingo, 19 de octubre de 2014
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