ARIMEKORTA
16/06/2015
Alto de Barázar a las 9:30. Objetivo: El Arimekorta. Tiempo dudoso hasta el punto de que todo el trayecto desde casa lo hemos hecho lloviendo en plan sirimiri, a veces serio.
Nos juntamos 10 (1+9) animosos jubiltaldeos, número que sin duda facilitará las cuentas al ecónomo suplente, que por cierto, lleva ya varias salidas haciéndolo con notable diligencia y acierto (excepto en lo de la loto como el oficial).
Después del café nos vamos a Ubidea donde dejamos los coches y, con el paraguas en ristre, empezamos a andar pasados unos minutos de las diez porque preferimos asegurarnos de que nuestro restaurante-templo esté abierto y reservar de paso.
Como parece que hoy el asunto es suave hay quienes van sin mochila lo que a uno de los jubiltaldeos le parece fatal ya que es como “ir a una boda en bermudas” (sic).
Circulamos alegremente por carretera asfaltada bajo una bóveda de árboles que engaña respecto al sirimiri. Al cabo de media hora se nos acaba la carretera, más o menos a la altura de unos cobertizos para caballos, y pasamos a otra pista igualmente buena pero sin asfalto.
Llegamos al parquin de Undabe, al que le da el nombre el rumoroso riachuelo (también conocido por Zubixola) que nos acompañará un buen rato, siempre a nuestra izquierda y que por estas fechas va bien de agua.
La pista se asilvestra un poco y ya, hasta las campas que rodean la cumbre, andamos sobre piedra apisonada, hormigón en alguna cuesta y piedra más gorda, suelta, que dificulta algo el andar. Dos de los asistentes recuerdan este piso en el camino del Ebro que tanto daño les hizo. De barro, nada de nada
Atravesamos un frondoso bosque de cipreses lawson, tan tupido que parecía de noche. La luz es tan escasa que el suelo no tiene ni una brizna de yerba verde.
Realmente todo el trayecto lo hacemos rodeados de una gran y variada vegetación, abetos, alerces, hayas, robles y, llegando al final, hayas trasmochas (foto).
A las 12 llegamos arriba pero el viento y la niebla nos hacen cobijarnos al socaire de la cabaña Gure Ametza de donde sale un olor a panceta asada que nos abre enormemente el apetito y hace que el amaiketako, a base de fruta y un par de nueces, sea relegado a un segundo plano.
Hacia las 12:30 iniciamos, ya sin paraguas, el descenso por el mismo camino que hemos traído, con los mismos árboles y mismas piedras pero con algunos ratos de resol porque ya se han empezado a abrir grandes claros.
Al estar más relajados, hay recolección de fresas silvestres pero con menos sabor que la semana pasada porque estaban más aguadas por los últimos chubascos.
Después de hora y media de suave descenso llegamos a los coches. Nos cambiamos y nos vamos al batzoki a tomar un refrigerio, a escote, hasta la hora de comer prevista para las tres menos cuarto.
El recibimiento de Josune, es el preámbulo de “saca lo que quieras” que se resume en unos puerros en vinagreta para calentar el estómago, patatas con bacalao, alubias completas y sopa de pescado. De segundos, unos pimientos rellenos para degustar,
bacalao a la Vizcaína y carrillera con hongos. Todo el conjunto le hace, al restaurante, ser acreedor de la renovación de la categoría por un año más.
Entre la comida y la sobremesa se comenta algo de la clásica, la verdad es que no mucho porque el mandamás de la misma no ha previsto nada que la haga distinguirse de la edición anterior.
También se hace una encuesta respecto a las preferencias para ir a las convivencias en Setiembre. Al final queda como opción preferente la del valle de Salazar, en la zona de Otxagavía. Hay también una propuesta, no hace falta decir de quien, para hacer una excursión (hacia el mes de Octubre) a Soria con el propósito de coger setas.
Cuando el quesero, previamente avisado, nos trae los quesos para llevar, levantamos el campo y nos vamos para casa.
Se ha escrito esta crónica en Algorta en días de zozobra por la posibilidad, cada vez más grande, de que Grecia salga del euro
jueves, 18 de junio de 2015
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