jueves, 4 de noviembre de 2010

2-11-2010 BURBONA


MONTE BURBONA

Estamos en otoño y el otoño exige una visita, casi obligada, al Burbona y a sus hayedos. Como digo estamos en otoño y en esta estación lo normal es que haga un tiempo más bien “chungo” a pesar de lo que diga la Urrutia.
Salimos de casa con tiempo nublado y a las 9,30 horas estamos en Orozco según lo estipulado en la orden del día. En uno de los bares de la plaza tomamos el café y tras un amago de vivir nuevas aventuras, abortado rápidamente, nos vamos hasta Ziorraga, a lugar conocido de ocasiones anteriores.
Nos preparamos para convivir durante la mañana con el barro y la lluvia y nos ponemos prestos a iniciar la ascensión. Desde el comienzo la inclinación es continua y sin “áreas de descanso” que alivien el sofocón. El tiempo se pone tonto y la lluvia nos acompaña, como una fiel amiga, sin dejarnos hasta llegar al buzón. Para completar el panorama una niebla cada vez más espesa nos impide ver más allá de unos metros delante de nosotros y provoca que perdamos las referencias. Tras la primera parte de ascensión constante nos empotramos (como los periodistas en Irak) en el hayedo y dentro de él el andar es más placentero por lo llano del camino. La intensa humedad reinante provoca en todos nosotros una sudada importante que tenemos que vigilar para no quedarnos fríos. Recuperada la orientación y según el guía alfa sólo queda un repechito, un repechito que al menos a mí me hace llegar con la lengua fuera.
Por fin llegamos todos, unos antes que otros, al buzón de uno de los Burbonas, (el del cohete) y tras un rápido refrigerio, (sigue lloviendo) iniciamos el descenso.
La bajada, ya se sabe, es siempre más cómoda. Es cuesta abajo, y además ha desaparecido la niebla y ha dejado de llover… pero.
Llegado a un cruce de caminos uno de los intrépidos del grupo decide lo de siempre: Por aquí.
El por aquí nos lleva primero por un desnivel de “cuidado que te puedes dar la hostia” y después, con otra orden de por aquí por un sendero estrecho y poco recomendable.
El guía alfa pone orden y da marcha atrás. Unos le seguimos a la primera y otros no sé si muy convencidos minutos más tarde.
La jugada trae como consecuencia que salimos a la carretera a más de dos kilómetros de distancia de donde están los coches. Llegamos con el tiempo justo, nos cambiamos para quitarnos la sudada y el barro y nos vamos sin perder un minuto a Orozko.
Tenemos reservada mesa en el bar-brasería-restaurante-puticlucb… (Lo digo porque el cartel está adornado con un gato negro y los de mi edad ya saben de qué hablo) Zurrumurru y entramos a comer directamente, ya que es tarde y los del bar cierran a la tarde. Comemos solos y dignamente, sin más. Salimos poco después de terminar por no incordiar y nos damos un paseo por el pueblo, viendo el despliegue de chales y casas en general de nueva construcción.
Reposada la comida y el espíritu nos despedimos y cada grupúsculo se dirige a su punto de origen dando por finiquitado el día.

Y sin otros recuerdos reseñables escribo esta crónica en Las Arenas a dos de Noviembre de 2010

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