EXCURSION A LA RIOJA
Titulo la crónica así porque como diría Fernando el evento estaba claro pero los hitos difusos.
Como todos los años y para dar satisfacción a Mali, uno de los socios fundadores, ausente actualmente en nuestras citas semanales, por problemas físicos, nos vamos hasta La Rioja teniendo que madrugar un poco.
Desde diferentes puntos y lugares iniciamos la aproximación a Castañares, lugar de reunión grupal. Llegamos todos sin novedad y comprobamos que somos dieciséis jubiltaldeos más un guía autóctono, amigo de Mali, que ya nos acompaño el año pasado.
Satisfecha la necesidad de ingesta de cafeína en un bar de carretera próximo al pueblo salimos en dirección a Valgañón, lugar desde el que tenemos que iniciar la excursión. Alteramos un poco la paz existente con tanto visitante foráneo pero la cosa no va a más.
Iniciamos la marcha adentrándonos a los pocos minutos en una zona de roble bajo y un camino un poco engañoso que presagia que lo determinado a priori como paseo no va a serlo tanto. Acabado el bosque de roble se inicia otro de hayas y con él el paisaje mejora. La pendiente continúa y el susurro de las hojas pisadas nos acompaña durante un buen trecho. Para que la armonía no decaiga, durante un buen rato los badajos (en su primera acepción gramatical) de los cencerros de una manada de vacas suenan en medio del silencio del bosque y acompañan al sonido del pisar de las hojas.
El bosque termina y salimos al claro. Las zonas boscosas de las laderas que nos rodean muestran todos los matices del otoño y disfrutamos contemplándolos. Unas praderas verdes y en algunos momentos mullidas nos permiten avanzar sin acaloramientos y por otro lado nos dejan sin protección del viento frío que nos da en unos cuerpos sudorosos que reclaman protección.
Los seteros siguen con su síndrome recolector y poco a poco van llenando la cestita, al estilo caperucita, que nos ha traído el micólogo. Por concretar decir que las recolectadas son champiñones y setas de cardo.
Andando, andando llegamos, pasando previamente, se me olvidaba, por un acebal, léase zona de acebos, engalanados muchos de ellos con abundantes bayas rojas, hasta Anguta nuestro punto de destino
Es un pueblo abandonado y de casas derruidas donde reponemos fuerzas y descansamos unos minutos.
Iniciamos la marcha de regreso sin prisas y por camino empedrado hasta llegar nuevamente al hayedo. Ahora vamos todos juntos y la sinfonía del pisar de las hojas resulta relajante.
Sin perdida posible, el guía autóctono conoce la zona al dedillo, llegamos hasta la carretera que nos tiene que llevar al pueblo. Paramos un momento en la ermita de Santa María de tres fuentes, llamada así porque realmente hay tres caños de un caudal considerable y una vez vista la fachada nos dirigimos al punto de salida y final de la excursión.
En el pueblo volvemos a soliviantar la paz existente y tras tomar un vinito nos aposentamos en la mesa, puesta al efecto, del bar-restaurante El cazador. La comida bien aunque volvemos a quejarnos del precio. Será la crisis, la edad, o quizá que nos ven cara de pardillos.
Como nos quedan cosas por hacer nos vamos de Valgañón camino de la bodega que visitamos también anualmente en San Vicente de la Sonsierra y cuando llegamos ya nos están esperando con mesa puesta y toda la hostia. Nuevamente a comer y a beber y algunos a comprar vino.
Salimos de noche cerrada, con una luna llena increíble en el cielo y poco a poco volvemos a casa.
Y para que conste escribo esta crónica en las Arenas a tres de Noviembre de 2009
jueves, 5 de noviembre de 2009
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