VISITA A LA RIOJA – MONTE TOLOÑO
Al igual que en años anteriores hoy visitamos a nuestro amigo Mali (socio fundador en el dique seco) para disfrutar con él de los aires y otras esencias de La Rioja.
Salimos prontito ya que el camino es largo y tenemos muchas cosas que hacer. Sin novedad y con bastante frío, que se va agudizando según cogemos altura, llegamos a Labastida. Allí nos reunificamos y tomamos un café, bastante chungo, por cierto.
Todos se alegran de verme nuevamente incorporado al grupo, pero no tengo muy claro el verdadero motivo de algunos.
Tras unos minutos de tertulia salimos rumbo a Peñacerrada, lugar donde dejamos los coches, y bajo el ruido de unos “escopeteros” muy interesados en matar seres vivos iniciamos la marcha.
El caminar y el camino resulta agradable. Transitamos en medio de un hayedo con mucha hoja ya en suelo y vamos cogiendo altura sin grandes esfuerzos.
El cromatismo del paisaje, cuando salimos a los claros, es espectacular: verdes de diferentes tonos, amarillos, ocres… una paleta infinita digna de ser admirada.
Tras más de diez meses de ausencia veo que las cosas siguen igual y que como cuando lo dejé cada uno hace más o menos lo que se pone en los…. Unos pocos muy por delante, otros simplemente por delante, otros por rutas alternativas y los que quedan por detrás, casi perdidos y sin referencias con los de delante. ¡Cojonudo!
Sin incidencias, salvo lo apuntado, llegamos a la cumbre del Toloño y además de reponer fuerzas disfrutamos de un paisaje espectacular, mejorado por el día soleado y el cielo azul: pueblos riojanos en el valle, el río Ebro y sus meandros, los colores de los árboles y las vides… ¡muy guay!
Superada la prueba ¿principal? del día toca volver a la civilización para seguir con las metas marcadas. El descenso es tranquilo y sin complicaciones y ahora sí, algunos se interesan y me preguntan para saber como me encuentro.
En tiempo y hora llegamos a los coches, nos “mudamos” y nos dirigimos a Haro. Paramos brevemente a tomar un vino y sin más nos vamos a la “residencia de verano” del anfitrión.
Allí nos espera Maite, su mujer, y Fernando, otro sabio jubiltaldeo que se ha apuntado sólo al disfrute del buen comer. Por cuantificar, decir que somos quince, trece hombres y dos mujeres.
Comemos bien y tradicional: pimientitos rojos en aceite, tomate de casa, ensalada, codero asado, pan blanco…
Tras el yantar y la tertulia nos paseamos por los caminos próximos a la urbanización y nos dejamos acariciar por un sol otoñal que aún tiene fuerzas para resultar reconfortante.
A la hora prevista salimos hacia San Vicente de la Sonsierra para visitar la bodega de siempre y… merendar. Charla agradable alrededor de la mesa, degustación, otra vez, de productos riojanos, compra de vino y despedida final cuando la noche ya es dueña del lugar.
Sin contratiempos, espero, cada grupito retorna a su hogar, y cada quién vuelve con los suyos y posiblemente comente con ellos lo ¿duro? de la jornada.
Seguramente se me olvidan cosas al estar tan desentrenado por lo que espero que se me disculpe, y sobre todo también espero poder continuar asistiendo los martes y con ello liberar de la enorme carga de escribir estas crónicas a los cronistas suplentes.
Y si más termino esta crónica en Las Arenas (costa rica) el día del señor, veintiséis de octubre de 2010.
jueves, 28 de octubre de 2010
lunes, 25 de octubre de 2010
19-10-2010 EL JUNCAL
TREBUESTO-PRESA DEL JUNCAL
Esta crónica me ha pillado de sorpresa porque esta excursión se había programado pensando en un Jubiltaldeo que habitualmente hace las crónicas pero ha pinchado.
Como hoy el objetivo está en Cantabria hemos quedado en un lugar conocido de otras veces, el Hotel Islares donde nos reunimos para tomar cafecito, reservar la comida y sin prisas partimos hacia Trebuesto pasando por Guriezo. Aparcamos, nos preparamos y dado que el guía hacía muchos años que no andaba por el lugar, preguntamos a un lugareño por donde inicia el camino hacia la presa del Juncal.
Siguiendo las indicaciones y por un camino bien asfaltado, a la contra del cauce del rio Agüera, iniciamos el ascenso por un bosque de eucaliptos que no vaticina grandes logros micológicos. La pendiente no es prolongada pero si constante, hasta llegar a un cruce donde después de dudar y guiándonos de una señal tomamos el camino de la derecha (a la bajada nos damos cuenta que la señal está al revés y el camino bueno es a la izquierda) que nos lleva a unas campas. En este momento de los cielos han desaparecido las nubes y el día está precioso para andar.
Comenzamos la parte más dura de la mañana, aunque a la izquierda vemos la tubería que transporta el agua de la presa, seguimos recto en derecho hasta llegar a lo alto de la cuesta, donde paramos para reponer fuerzas. Las vistas son magníficas, Guriezo, Oriñón, La ballena, Sonabia, Peña Cerredo, el Buciero y por supuesto Costarica. Un Jubiltadeo hace una incursión en sentido contrario y nos dice que por el otro lado las vistas también son magníficas, que ha llegado a ver el macizo del Mampodre, en que estaría pensando.
Por una vez y sin que sirva de precedente, hacemos caso al guía alfa y encaramos hacia la izquierda donde llegamos a la presa del Juncal, hacemos foto con la ermita de las Nieves (Ampuero) al fondo y continuamos hacia Peña Negrera (679), nos quedamos en la base dado que el tiempo pasa sin darnos cuenta.
Emprendemos el descenso por una pista ancha, esta es la buena, y recolectando todo lo que podemos, setas, manzanas, limones etc., llegamos a los coches. Nos cambiamos de ropa, acomodamos las setas y salimos pitando a Islares donde tomamos el aperitivo al gusto de cada uno, con la sorpresa de que hay almendras. Algunos Jubiltaldeos por sus obligaciones no pueden quedarse a comer y nos dejan.
La comida en la línea de otras veces, tropecientos primeros y segundos, raciones generosas y el servicio campechano. Nos comenta el camarero que dan una media de 200 menús al día. Como consecuencia de la ley contra el tabaco no podemos tomar el café y la copa en la mesa y optamos por sentarnos en la cafetería.
Durante la tertulia se van cerrando los flecos para la CLASICA DEL OTOÑO a la Rioja y sin más que contar, escribo esta crónica desde la parte alta de Bilbao el 19 de octubre del 2010.
Un ruego a los cronistas, no faltéis. Por Favor.
lunes, 4 de octubre de 2010
27-9-2010/30-9-2010 MAMPODRES
MACIZO DE MAMPODRE ( PARQUE REGIONAL DE CASTILLA Y LEON)
CONVIVENCIA ANUAL
27, 28, 29 y 30 de SEPTIEMBRE 2010
LUNES 27
Un grupo de jubiltaldeos compuesto por dos socios fundadores, ocho numerarios y un neófito avanzado salimos a las 10,30 de Ugaldebieta camino a la provincia de León para realizar la tradicional convivencia montañero-gastronómico-turística, previa al inicio oficial de la temporada.
El día es magnífico y las previsiones para los próximos no anuncian cambios significativos.
Tras una parada en Aguilar de Campoo para reponer fuerzas y estirar las piernas nos detenemos en Guardo en donde, mientras nos preparan la mesa en el restaurante Jai nos tomamos un vino/cerveza.
La comida, es variada, sabrosa y con una excelente relación precio-calidad, que nos recuerda el estilo de Ubidea con lo cual está dicho todo.
Un tema importante como es el de dormir queda aclarado durante la sobremesa configurándose voluntariamente las parejas. Por supuesto, el desparejado lo es por voluntad propia y por los sonidos que emite durante la noche.
De aquí nos vamos a Riaño, sacamos unas fotos y de paso contemplamos el embalse que por cierto y aunque no soy un experto en estos temas, me pareció un poco bajo.
A media tarde llegamos al campamento base en el pueblo de Lario en la casa/hotel rural “La Era”. Tras instalarnos, nos damos una vuelta por el Centro de Interpretación y por el contiguo Jardín de la Cañada Real Leonesa para familiarizarnos con la flora y la fauna de la comarca y así poder mejorar nuestro acerbo cultural en los dos días de prácticas que nos esperan.
Como todavía andamos bien de tiempo, nos acercamos a Maraña (1.240m) que está a unos 4 km., para conocer el punto de partida de mañana, ver donde dejamos los coches y, aunque no se puede desde aquí ver la cumbre, hacernos una idea del macizo rocoso de Mampodre.
De regreso, el guía alfa hace que nos fijemos en la rubianza del cielo, es decir que estaba rojizo, y que indica, de acuerdo con el saber popular, que mañana hará bueno
Por cuestiones de intendencia ajenas a nuestra voluntad no podemos cenar en el restaurante propiedad del dueño de la casa rural quien, muy amable, nos ha buscado el condumio en el restaurante “Gure Txoko” en Burón, pueblo situado en la cola del pantano. Con este nombre y un cuadro en el comedor con la Virgen de Begoña y el escudo del Athleti no hace falta aclarar la procedencia de sus dueños.
Tras la cena, copiosa pero sin grandes exquisiteces, circunstancia excusable por las fechas en que nos encontramos, nos acercamos con Tino, dueño de la casa donde nos alojamos, al puerto de Tarna donde parece ser que andan, o han andado, los ciervos en plena berrea.
Hace un frío pelón, la noche está estrellada pero los bichos deben de estar bastante satisfechos por lo que las llamadas a las hembras se oyen muy de vez en cuando y bastante lejos.
MARTES 28
Son las 8,15 y estamos todos desayunando, fuerte, pero sin carajillo pese al frio que hace (6º en los termómetros de los coches). El día es radiante y no se ve ni una nube.
Empezamos a andar a las 9,20 y nos esperan unos 1000m de desnivel.
Al principio lo hacemos por senderos marcados en los pastizales, probablemente hechos por los animales, subiendo lenta pero constantemente lo que nos viene bien como calentamiento y además podemos ir charlando.
Luego atravesamos una zona de matorral y arbustos, piornal y escoba antes de adentrarnos en una vaguada por la que transcurre uno de los muchos riachuelos que surcan las laderas y que sirven para abrevar a los rebaños de ganado vacuno, numerosos en número pero no muy grandes en efectivos.
El silencio es acompañado por murmullo del agua con sonidos diferentes según caiga en piedra, en musgo o en la propia agua y sólo se ve roto por nuestras pisadas (ya hablamos menos) y, de vez en cuando, por los cencerros y algún que otro mugido cansino.
Por fin vemos el objetivo pero nos queda lo peor aunque, a priori, no parece ser lo que luego será. La subida al collado, sin camino marcado, es unas veces campo a través y otras siguiendo, cuando alguien da con ellas, algo que podríamos llamarles sendas.
A las 11 estamos en el collado 1.808m.. Descansamos un rato pero, craso error, casi ninguno repone fuerzas porque total, para subir ahí arriba…….ja, ja, ja,.
El tramo final nos lleva una hora y veinte minutos. El desnivel tiene una media cercano al 30º de subida constante, gran parte de ella sin seguir ningún camino y guiados por algunos hitos que de vez en cuando aparecen.
Ya solo se oye el golpeteo de los latidos de corazón en las sienes.
En cualquier caso, el espectáculo que se aprecia desde la cumbre de La Peña de la Cruz (2.192m.), punto más alto del macizo de Mampodre, ha merecido el esfuerzo. Al frente tenemos los Picos de Europa, e incluso me atrevería a decir aunque sin jurarlo, el Cantábrico, al este el Espigüete, hacia el oeste el Cornión y las Médulas (antiguas minas de oro romanas) y al sur la meseta castellana hasta donde nos alcanza la vista.
Estamos un buen rato descansando, comiendo, fotografiando, contemplando el paisaje y, aunque nadie dice nada, pensando en la bajada que les espera a las rodillas.
El descenso es más llevadero. No por ello menos dificultoso pero sí más entretenido por el gran número de rebecos que se cruzan ante nosotros y que seguimos viéndoles correr mejor dicho, brincar, por las laderas.
Sin accidentes estamos otra vez en el collado a las dos menos cuarto. Tras un breve debate sobre si comer o no, se decide retrasar un poco la comida y descender hasta unas campas quitándonos de en medio la parte más pendiente que para bajarla con el estómago lleno podría no ser recomendable.
Nada más empezar a sacar las bolsas de las mochilas comienzan a acercarse algunas vacas que tranquilamente pastaban por los alrededores. Alguien con el bastón trata de espantar a las más audaces pero el efecto es el contrario. La jefa, que tiene un aire a la Srta. Rottenmeyer pero sin gafas, nos mira desafiante y sus mugidos atraen al resto que, cual si se tratase de una partida de indios apaches, nos empiezan a rodear.
Como lo que queremos es comer tranquilos y no vemos ninguna posibilidad de negociación, nos retiramos ordenadamente un poco más abajo. Cuando comprobamos que no nos siguen sacamos las viandas y la bebida (reserva, crianza y de año, por este orden) para compartir entre todos el almuerzo.
El suelo está seco, no hay moscas ni tábanos y algunos, protegiendo los riñones por si acaso, intentan echar una cabezada. Aunque estamos al sol, la brisa que hace que no sintamos calor. Seguimos sin ver una nube.
A las 4 reiniciamos la marcha siguiendo el mismo camino que a la ida. Salvo un toro de papada y criadillas descomunales acordes con el resto del cuerpo y las yeguas con sus potrillos, ya acercándonos al final, no hay nada reseñable.
Una hora después llegamos a los coches.
En Maraña, además de dejar la basura, nos refrescamos por dentro y comentamos la “tontería” de monte que hemos subido.
A las 6 estamos en casita para ducharnos excepto los usufructuarios del jacuzzi que con equívocos no llegan a aclararnos si se han bañado o duchado pero lo que sí sé es que han puesto una tarifa de 20€ que, lógicamente no es aceptada por nadie.
Como tenemos tiempo volvemos aunque es de día a los mismos puntos en los que estuvimos ayer noche. El resultado de la berrea es el mismo.
La cena en Burón es a base de ensalada templada de pasta con gulas y gambas y luego filete con patatas fritas. Con el postre, cafés o infusión y chupito nos sale a los 10€ que pagamos ayer.
Hoy la cama la cogeremos con gusto.
MIERCOLES 29
Buen tiempo y algo menos frío.
No hay bajas en la tropa y a la misma hora estamos desayunando.
Como iniciamos la jornada en Acebedo, que por cierto tiene el campanario a unos 50m de la iglesia, y la terminamos en Liegos, la intendencia se resuelve con la colaboración de Tino que les trae a los chóferes una vez aparcados los coches en dicho pueblo.
Empezamos a andar como ayer a las 9,20 por una pista transitable por vehículos T.T. Hay un poco de niebla baja que con los rayos de sol se disipan pronto.
El paisaje es completamente diferente con grandes masas de hayedos lo que nos aclara las dudas acerca de dónde sacan la madera que en todas las casas estaban apilando para el invierno.
Caminamos sin esfuerzo siguiendo la pista que no tiene grandes ni largos desniveles.
El micólogo oficial encuentra una galamperna. Una y no más pese a sus constantes exploraciones por las campas que bordean el camino y que ha realizado durante todo el día. Pero el sigue empeñado en que va a ser un año bueno de setas.
A las 11,15 pasamos por el collado de Lois de 1.550m. no sin antes ver, ayudados por los prismáticos, un grupo de rebecos y posteriormente, esta vez sin ayuda, un zorro corriendo como un loco.
Cuando descendemos del collado paramos para el piscolabis que hoy se compone de la consabida manzana y la liquidación de existencias de la comida de ayer (algo de jamón y algo de txorizo).
Ahora el camino es más llano y, después del cruce con la pista que nos conducirá a Liegos, casi lo podemos calificar de carretera sin asfaltar. Dejamos a un lado una antigua mina de cinabrio que ya la explotaban los romanos y llegamos a Lois a eso de la 1,15.
Es un pueblo pequeño pero que tiene un montón de casas señoriales y una catedral, sí catedral, que no podemos visitar porque sólo se abre los fines de semana, edificada con jaspe rosado procedente de una cantera cercana.
Vemos la casa del humo (suponemos que para ahumar la carne)que ya está prácticamente reconstruida y los palacios de los Castañones, de los Acebedo, de los Alvarez y de los Reyeros que aunque no se pueden visitar por dentro todos tienen un cartel explicativo en su fachada. (si no de qué iba yo a saber tanto).
Comemos en “La catedral de la montaña”, previo vino conmemorativo de un nuevo aitite entre las huestes jubiltaldeas, a base de una ensalada mixta, filete con patatas, postre, café y chupito(s) de orujo recio prevaleciendo el sentido común frente a los que no les hubiese importado trasegar unas alubias y cabrito asado, especialidad de la casa.
El tiempo está empezando a cambiar y si bien salimos del pueblo con el sol dándonos de lleno, pronto las nubes son mayoría.
Sigue predominando el bosque de hayas, hay mucho menos ganado y a medida que nos acercamos a nuestro destino se ven manzanos silvestres, cerezos y endrinos, estos últimos bastante cargaditos de fruto.
A las 7 estamos en Liegos y aún nos quedan fuerzas para localizar un bar donde tomar una caña. El cielo está ya totalmente cubierto y sopla viento fresco.
O las distancias están mal reflejadas en los postes indicativos o los tiempos tampoco se corresponden con la realidad pues tanto la llegada a Lois como a Liegos ha sido mucho antes de lo previsto y eso que hemos ido a un paso normal.
(El precio del jacuzzi a sido rebajado a 10€ pero ni por esas en castigo al precio abusivo de ayer.)
Hoy cenamos en el bar de Tino, que también se llama “La Era” por lo cual, tras la ducha, vamos apareciendo para tomarnos un vino mientras nos avisan para pasar al comedor.
Tenemos ensalada mixta con trozos de manzana y finísimas rodajas de manzana y embutidos típicos de León entre los que destaca, por unanimidad, la cecina de vaca. Cuatro caprichosos o nostálgicos, según se quiera mirar, nos tomamos un huevo frito sin ninguna clase de acompañamiento pero eso sí, de corral.
Hoy dado el estado en que nos encontramos no hay berrea, ni bóveda estrellada ni nada.
JUEVES 30
Con eso de que hay que hacer maletas desayunamos un poco más tarde.
Está nublado amenazando lluvia pero hace menos frío, lógicamente, que en días anteriores.
(En un intento desesperado, la tarifa del jacuzzi está en 5€ pero ya es tarde).
Nos dirigimos directamente a la villa romana La Olmeda, ya en la provincia de Zamora pasando por Velilla, con su central térmica, y Guardo. Llegamos justo para formar parte de la visita guiada de las 11, con entrada, como no podía ser menos, como grupo de más de 10 personas.
Ha merecido la pena. (www. villaromanalaolmeda.com)
Luego retrocedemos y paramos en Saldaña que nos deja gratamente sorprendidos por su plaza (la pena son los coches que dejan aparcar), la iglesia de San Miguel, el museo arqueológico de la villa romana, el centro de turismo “La casona” con un patio precioso y la Casa Torcida que ahora es un bar en el que tomamos un vino con una tapa generosa de garbanzos con callos.
El tiempo, al menos por esta zona, ha mejorado y luce el sol.
Como hay tiempo, los estrategas proponen, para estar más cerca de casa pensando en los conductores, ir a comer a “El burgalés” en Aguilar de Campoo a donde nos dirigimos para llegar a eso de las 3. No hay sitio para los 11 así que comemos en mesas separadas el menú del día, sustancioso pero sin alardes.
Para los cafés y la copa nos sentamos en una terraza de la plaza y de paso aprovechamos para ajustar la tesorería.
Antes de llegar a Santander nos detenemos en un restop circunstancia que aprovecha el ecónomo para pagar el combustible y hacer el extorno correspondiente del exceso de tesorería. La verdad es que con fondo a tanto alzado y los precios que hay por estas tierras ha andado más que “sobrao” y feliz durante estos días.
Por la autopista, sin contratiempos, llegamos a casa ya anocheciendo, cansados pero contentos.
Esta crónica se escribe en Górliz unos días después de terminada la excursión por motivos ajenos a la voluntad del cronista, quien ha intentado reflejar los hechos para que cada uno, al leerla, ahora y más tarde le ponga sus recuerdos, emociones y vivencias.
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CONVIVENCIA ANUAL
27, 28, 29 y 30 de SEPTIEMBRE 2010
LUNES 27
Un grupo de jubiltaldeos compuesto por dos socios fundadores, ocho numerarios y un neófito avanzado salimos a las 10,30 de Ugaldebieta camino a la provincia de León para realizar la tradicional convivencia montañero-gastronómico-turística, previa al inicio oficial de la temporada.
El día es magnífico y las previsiones para los próximos no anuncian cambios significativos.
Tras una parada en Aguilar de Campoo para reponer fuerzas y estirar las piernas nos detenemos en Guardo en donde, mientras nos preparan la mesa en el restaurante Jai nos tomamos un vino/cerveza.
La comida, es variada, sabrosa y con una excelente relación precio-calidad, que nos recuerda el estilo de Ubidea con lo cual está dicho todo.
Un tema importante como es el de dormir queda aclarado durante la sobremesa configurándose voluntariamente las parejas. Por supuesto, el desparejado lo es por voluntad propia y por los sonidos que emite durante la noche.
De aquí nos vamos a Riaño, sacamos unas fotos y de paso contemplamos el embalse que por cierto y aunque no soy un experto en estos temas, me pareció un poco bajo.
A media tarde llegamos al campamento base en el pueblo de Lario en la casa/hotel rural “La Era”. Tras instalarnos, nos damos una vuelta por el Centro de Interpretación y por el contiguo Jardín de la Cañada Real Leonesa para familiarizarnos con la flora y la fauna de la comarca y así poder mejorar nuestro acerbo cultural en los dos días de prácticas que nos esperan.
Como todavía andamos bien de tiempo, nos acercamos a Maraña (1.240m) que está a unos 4 km., para conocer el punto de partida de mañana, ver donde dejamos los coches y, aunque no se puede desde aquí ver la cumbre, hacernos una idea del macizo rocoso de Mampodre.
De regreso, el guía alfa hace que nos fijemos en la rubianza del cielo, es decir que estaba rojizo, y que indica, de acuerdo con el saber popular, que mañana hará bueno
Por cuestiones de intendencia ajenas a nuestra voluntad no podemos cenar en el restaurante propiedad del dueño de la casa rural quien, muy amable, nos ha buscado el condumio en el restaurante “Gure Txoko” en Burón, pueblo situado en la cola del pantano. Con este nombre y un cuadro en el comedor con la Virgen de Begoña y el escudo del Athleti no hace falta aclarar la procedencia de sus dueños.
Tras la cena, copiosa pero sin grandes exquisiteces, circunstancia excusable por las fechas en que nos encontramos, nos acercamos con Tino, dueño de la casa donde nos alojamos, al puerto de Tarna donde parece ser que andan, o han andado, los ciervos en plena berrea.
Hace un frío pelón, la noche está estrellada pero los bichos deben de estar bastante satisfechos por lo que las llamadas a las hembras se oyen muy de vez en cuando y bastante lejos.
MARTES 28
Son las 8,15 y estamos todos desayunando, fuerte, pero sin carajillo pese al frio que hace (6º en los termómetros de los coches). El día es radiante y no se ve ni una nube.
Empezamos a andar a las 9,20 y nos esperan unos 1000m de desnivel.
Al principio lo hacemos por senderos marcados en los pastizales, probablemente hechos por los animales, subiendo lenta pero constantemente lo que nos viene bien como calentamiento y además podemos ir charlando.
Luego atravesamos una zona de matorral y arbustos, piornal y escoba antes de adentrarnos en una vaguada por la que transcurre uno de los muchos riachuelos que surcan las laderas y que sirven para abrevar a los rebaños de ganado vacuno, numerosos en número pero no muy grandes en efectivos.
El silencio es acompañado por murmullo del agua con sonidos diferentes según caiga en piedra, en musgo o en la propia agua y sólo se ve roto por nuestras pisadas (ya hablamos menos) y, de vez en cuando, por los cencerros y algún que otro mugido cansino.
Por fin vemos el objetivo pero nos queda lo peor aunque, a priori, no parece ser lo que luego será. La subida al collado, sin camino marcado, es unas veces campo a través y otras siguiendo, cuando alguien da con ellas, algo que podríamos llamarles sendas.
A las 11 estamos en el collado 1.808m.. Descansamos un rato pero, craso error, casi ninguno repone fuerzas porque total, para subir ahí arriba…….ja, ja, ja,.
El tramo final nos lleva una hora y veinte minutos. El desnivel tiene una media cercano al 30º de subida constante, gran parte de ella sin seguir ningún camino y guiados por algunos hitos que de vez en cuando aparecen.
Ya solo se oye el golpeteo de los latidos de corazón en las sienes.
En cualquier caso, el espectáculo que se aprecia desde la cumbre de La Peña de la Cruz (2.192m.), punto más alto del macizo de Mampodre, ha merecido el esfuerzo. Al frente tenemos los Picos de Europa, e incluso me atrevería a decir aunque sin jurarlo, el Cantábrico, al este el Espigüete, hacia el oeste el Cornión y las Médulas (antiguas minas de oro romanas) y al sur la meseta castellana hasta donde nos alcanza la vista.
Estamos un buen rato descansando, comiendo, fotografiando, contemplando el paisaje y, aunque nadie dice nada, pensando en la bajada que les espera a las rodillas.
El descenso es más llevadero. No por ello menos dificultoso pero sí más entretenido por el gran número de rebecos que se cruzan ante nosotros y que seguimos viéndoles correr mejor dicho, brincar, por las laderas.
Sin accidentes estamos otra vez en el collado a las dos menos cuarto. Tras un breve debate sobre si comer o no, se decide retrasar un poco la comida y descender hasta unas campas quitándonos de en medio la parte más pendiente que para bajarla con el estómago lleno podría no ser recomendable.
Nada más empezar a sacar las bolsas de las mochilas comienzan a acercarse algunas vacas que tranquilamente pastaban por los alrededores. Alguien con el bastón trata de espantar a las más audaces pero el efecto es el contrario. La jefa, que tiene un aire a la Srta. Rottenmeyer pero sin gafas, nos mira desafiante y sus mugidos atraen al resto que, cual si se tratase de una partida de indios apaches, nos empiezan a rodear.
Como lo que queremos es comer tranquilos y no vemos ninguna posibilidad de negociación, nos retiramos ordenadamente un poco más abajo. Cuando comprobamos que no nos siguen sacamos las viandas y la bebida (reserva, crianza y de año, por este orden) para compartir entre todos el almuerzo.
El suelo está seco, no hay moscas ni tábanos y algunos, protegiendo los riñones por si acaso, intentan echar una cabezada. Aunque estamos al sol, la brisa que hace que no sintamos calor. Seguimos sin ver una nube.
A las 4 reiniciamos la marcha siguiendo el mismo camino que a la ida. Salvo un toro de papada y criadillas descomunales acordes con el resto del cuerpo y las yeguas con sus potrillos, ya acercándonos al final, no hay nada reseñable.
Una hora después llegamos a los coches.
En Maraña, además de dejar la basura, nos refrescamos por dentro y comentamos la “tontería” de monte que hemos subido.
A las 6 estamos en casita para ducharnos excepto los usufructuarios del jacuzzi que con equívocos no llegan a aclararnos si se han bañado o duchado pero lo que sí sé es que han puesto una tarifa de 20€ que, lógicamente no es aceptada por nadie.
Como tenemos tiempo volvemos aunque es de día a los mismos puntos en los que estuvimos ayer noche. El resultado de la berrea es el mismo.
La cena en Burón es a base de ensalada templada de pasta con gulas y gambas y luego filete con patatas fritas. Con el postre, cafés o infusión y chupito nos sale a los 10€ que pagamos ayer.
Hoy la cama la cogeremos con gusto.
MIERCOLES 29
Buen tiempo y algo menos frío.
No hay bajas en la tropa y a la misma hora estamos desayunando.
Como iniciamos la jornada en Acebedo, que por cierto tiene el campanario a unos 50m de la iglesia, y la terminamos en Liegos, la intendencia se resuelve con la colaboración de Tino que les trae a los chóferes una vez aparcados los coches en dicho pueblo.
Empezamos a andar como ayer a las 9,20 por una pista transitable por vehículos T.T. Hay un poco de niebla baja que con los rayos de sol se disipan pronto.
El paisaje es completamente diferente con grandes masas de hayedos lo que nos aclara las dudas acerca de dónde sacan la madera que en todas las casas estaban apilando para el invierno.
Caminamos sin esfuerzo siguiendo la pista que no tiene grandes ni largos desniveles.
El micólogo oficial encuentra una galamperna. Una y no más pese a sus constantes exploraciones por las campas que bordean el camino y que ha realizado durante todo el día. Pero el sigue empeñado en que va a ser un año bueno de setas.
A las 11,15 pasamos por el collado de Lois de 1.550m. no sin antes ver, ayudados por los prismáticos, un grupo de rebecos y posteriormente, esta vez sin ayuda, un zorro corriendo como un loco.
Cuando descendemos del collado paramos para el piscolabis que hoy se compone de la consabida manzana y la liquidación de existencias de la comida de ayer (algo de jamón y algo de txorizo).
Ahora el camino es más llano y, después del cruce con la pista que nos conducirá a Liegos, casi lo podemos calificar de carretera sin asfaltar. Dejamos a un lado una antigua mina de cinabrio que ya la explotaban los romanos y llegamos a Lois a eso de la 1,15.
Es un pueblo pequeño pero que tiene un montón de casas señoriales y una catedral, sí catedral, que no podemos visitar porque sólo se abre los fines de semana, edificada con jaspe rosado procedente de una cantera cercana.
Vemos la casa del humo (suponemos que para ahumar la carne)que ya está prácticamente reconstruida y los palacios de los Castañones, de los Acebedo, de los Alvarez y de los Reyeros que aunque no se pueden visitar por dentro todos tienen un cartel explicativo en su fachada. (si no de qué iba yo a saber tanto).
Comemos en “La catedral de la montaña”, previo vino conmemorativo de un nuevo aitite entre las huestes jubiltaldeas, a base de una ensalada mixta, filete con patatas, postre, café y chupito(s) de orujo recio prevaleciendo el sentido común frente a los que no les hubiese importado trasegar unas alubias y cabrito asado, especialidad de la casa.
El tiempo está empezando a cambiar y si bien salimos del pueblo con el sol dándonos de lleno, pronto las nubes son mayoría.
Sigue predominando el bosque de hayas, hay mucho menos ganado y a medida que nos acercamos a nuestro destino se ven manzanos silvestres, cerezos y endrinos, estos últimos bastante cargaditos de fruto.
A las 7 estamos en Liegos y aún nos quedan fuerzas para localizar un bar donde tomar una caña. El cielo está ya totalmente cubierto y sopla viento fresco.
O las distancias están mal reflejadas en los postes indicativos o los tiempos tampoco se corresponden con la realidad pues tanto la llegada a Lois como a Liegos ha sido mucho antes de lo previsto y eso que hemos ido a un paso normal.
(El precio del jacuzzi a sido rebajado a 10€ pero ni por esas en castigo al precio abusivo de ayer.)
Hoy cenamos en el bar de Tino, que también se llama “La Era” por lo cual, tras la ducha, vamos apareciendo para tomarnos un vino mientras nos avisan para pasar al comedor.
Tenemos ensalada mixta con trozos de manzana y finísimas rodajas de manzana y embutidos típicos de León entre los que destaca, por unanimidad, la cecina de vaca. Cuatro caprichosos o nostálgicos, según se quiera mirar, nos tomamos un huevo frito sin ninguna clase de acompañamiento pero eso sí, de corral.
Hoy dado el estado en que nos encontramos no hay berrea, ni bóveda estrellada ni nada.
JUEVES 30
Con eso de que hay que hacer maletas desayunamos un poco más tarde.
Está nublado amenazando lluvia pero hace menos frío, lógicamente, que en días anteriores.
(En un intento desesperado, la tarifa del jacuzzi está en 5€ pero ya es tarde).
Nos dirigimos directamente a la villa romana La Olmeda, ya en la provincia de Zamora pasando por Velilla, con su central térmica, y Guardo. Llegamos justo para formar parte de la visita guiada de las 11, con entrada, como no podía ser menos, como grupo de más de 10 personas.
Ha merecido la pena. (www. villaromanalaolmeda.com)
Luego retrocedemos y paramos en Saldaña que nos deja gratamente sorprendidos por su plaza (la pena son los coches que dejan aparcar), la iglesia de San Miguel, el museo arqueológico de la villa romana, el centro de turismo “La casona” con un patio precioso y la Casa Torcida que ahora es un bar en el que tomamos un vino con una tapa generosa de garbanzos con callos.
El tiempo, al menos por esta zona, ha mejorado y luce el sol.
Como hay tiempo, los estrategas proponen, para estar más cerca de casa pensando en los conductores, ir a comer a “El burgalés” en Aguilar de Campoo a donde nos dirigimos para llegar a eso de las 3. No hay sitio para los 11 así que comemos en mesas separadas el menú del día, sustancioso pero sin alardes.
Para los cafés y la copa nos sentamos en una terraza de la plaza y de paso aprovechamos para ajustar la tesorería.
Antes de llegar a Santander nos detenemos en un restop circunstancia que aprovecha el ecónomo para pagar el combustible y hacer el extorno correspondiente del exceso de tesorería. La verdad es que con fondo a tanto alzado y los precios que hay por estas tierras ha andado más que “sobrao” y feliz durante estos días.
Por la autopista, sin contratiempos, llegamos a casa ya anocheciendo, cansados pero contentos.
Esta crónica se escribe en Górliz unos días después de terminada la excursión por motivos ajenos a la voluntad del cronista, quien ha intentado reflejar los hechos para que cada uno, al leerla, ahora y más tarde le ponga sus recuerdos, emociones y vivencias.
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